¿Igualdad?: según cómo
Porque "el igualitarismo exagerado causó en Suecia desastres de los que podríamos aprender".
Federico Gómez Pardo

 


Sería una falsa libertad

        No tengo ninguna duda de que, en cuanto a personas, todos somos iguales en dignidad. Pero me parece evidente también que en cuanto seres individuales somos diferentes; cada uno es hijo de su padre y de su madre y tiene una manera de ser y de actuar.

        Una consecuencia lógica de ello es que tanta injusticia supone tratar de manera diferente a personas de iguales, en lo que tienen de iguales, como el tratar de forma igual a las personas diferentes, en lo que tienen de diferentes. Ningún padre compra a todos sus hijos los zapatos del mismo número.

        Tampoco tengo nada en contra de los ideales de la revolución francesa de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Todo lo contrario; los considero presupuestos básicos del derecho natural y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Siempre, claro está, que estos tres principios estén en armonía, que se respeten, se defiendan y se vivan igualmente, sin que la hipertrofia de uno de ellos anule o impida el ejercicio de otro.

        El exceso de libertad no ha de impedir la necesaria solidaridad, que es manifestación de fraternidad, ni la preocupación desmedida –o mal entendida– por la igualdad ha de dificultar la facultad de elegir, presupuesto de la verdadera libertad.

        Ya el siglo pasado Alexis de Tocqueville, advertía, en “La democracia en América”, del peligro que entrañaba el que la pasión por la igualdad dificultara el ejercicio de la libertad.

        Es lo que ha pasado en Suecia. Lo describe el economista y parlamentario de aquel país Mauricio Rojas, en su libro “Suecia después del modelo sueco: del estado benefactor al estado posibilitadors”. El afán igualitarista de la socialdemocracia hizo que el principio de “a igual trabajo, igual sueldo”, fuese degenerando en similares sueldos para todos independientemente del trabajo que se realizase. Ello comportó el que disminuyera el estímulo para el trabajo en la empresa privada y un espectacular incremento de los funcionarios; y dadas las elevadas prestaciones sociales que se disfrutaban, el que muchos prefirieran no trabajar y vivir a expensas de los subsidios de paro.

... en cabeza ajena

        También resalta Mauricio Rojas que, el sistema único de enseñanza, además de la cosificación que comportaba, impedía las posibilidades de elección de los padres, lo cual fue una de las causas de la perdida del poder de los socialdemócratas en 1991.

        Fue muy sintomático que sus oponentes ganaran las elecciones con el eslogan “La revolución de la libertad de elección”, y que una de las primeras medidas fuese la implantación del cheque escolar que permite que cualquier ciudadano de Suecia pueda escoger para sus hijos el centro de enseñanza que desee, público o privado, sin que le cueste nada. Y, a pesar de que ahora la socialdemocracia ha recuperado el poder, el cheque escolar continúa en vigor, y ya se empieza a aplicar el mismo sistema en la sanidad.

        Por el contrario la socialdemocracia española, que siempre ha tenido como modelo a la sueca, mantiene ese afán igualitarista que intenta aplicar de manera especial en la educación, haciendo una política educativa con pretensiones de progresismo, cuyos esfuerzos van orientados a primar la igualdad sobre la búsqueda de la excelencia. Esa preeminencia de la igualdad estaba ya en el trasfondo de la LOGSE; y lo que logró fue igualar por abajo consiguiendo peores resultados para todos. Ésta es una de las causas del fracaso escolar.

        No obstante, ese mismo igualitarismo está presente en la LOE. Y no solo en lo que hace referencia a los alumnos; también se persigue el igualitarismo entre todos los centros, tendiendo hacia una red única y de carácter laicista de centros sostenidos con fondos públicos. Con lo cual se eliminará la libertad de elección de los padres a pesar de ser un derecho constitucional. Solo los muy ricos tendrán opción de escoger una enseñanza privada para sus hijos, a la que forzarán a ser elitista

        Nadie duda que sea buena la igualdad, pero según y como. Los suecos parece que ya lo tienen claro. El gobierno de la nación y el tripartito catalán parece que no tanto.