Del sentido del ridículo y otras minucias
Estos días, Italia es un hervidero de discusiones bioéticas. La cercanía del próximo referéndum sobre la ley de reproducción asistida ha sacado a la palestra lo mejor y lo peor de todos los grupos políticos. Todos tienen algo que decir.
Alessandra Galli Mujer Nueva

 


 

 

 

 

 

Quiere y punto

        Estos días, Italia es un hervidero de discusiones bioéticas. La cercanía del próximo referéndum sobre la ley de reproducción asistida ha sacado a la palestra lo mejor y lo peor de todos los grupos políticos, desde la demagogia gruesa de los radicales hasta el discurso correcto del Cardenal Ruini, pasando por las declaraciones de Pera, presidente del senado, que es la pera, porque siendo agnóstico es el que más defiende la posición de la Iglesia, Casini, Follini, etc. Todos tienen algo que decir.

        Al final, el argumento de fondo es muy sencillo: ¿El embrión es o no es una persona humana? Emma Bonino, del Partido Radical, dice que para la Iglesia todo es persona, que los espermatozoides son personas, que los óvulos son personas, que los ovocitos son personas; y lo dice en la televisión, sin ningún pudor, porque hace tiempo que superó el tabú del sentido del ridículo. Otros, también superando el sentido del ridículo más elemental, en lugar de discutir si el embrión es o no persona, simplemente dicen que en España no hay problemas con la ley y que se pueden hacer fecundaciones heterólogas, que se pueden congelar más de tres embriones sin problema, y que no es justo que allí sí y aquí no. Algunos italianos preguntan: ¿Seguiremos viajando a España para hacer lo que no se nos permite en casa? Ya saben, el típico argumento del niño que se queja porque no le dejan fumar en casa y tiene que irse a la calle, nunca se pone a reflexionar si el fumar es o no es malo, simplemente quiere fumar y punto.

        Pero hay un hecho real y es que todos los que estamos leyendo este artículo, sí, este artículo que está usted leyendo, hemos sido embriones, y desde que lo fuimos hasta ahora hemos mantenido el mismo código genético. Un amigo mío, agricultor de la Toscana, sin estudios, pero con un sentido común a prueba de bomba y de Bonino, dice que “si nadie lo destruye, el embrión, por sí solo, en el seno de una mujer, se desarrolla hasta que nace”. Bueno, no es un argumento muy científico, pero sirve. Lo que no sirve es que a priori se diga que el embrión no es persona humana y que simplemente se considere material genético.

Haciendo el ridículo, que no es cosa nueva Lo siento, pero para mí, la persona no puede ser considerada material, todavía me queda un poco de sentido común y de sentido del ridículo para afirmar en público lo contrario. Las leyes españolas –benditas leyes españolas, fruto del capricho de los políticos españoles– afirman que algo es “persona” si puede subsistir 24 horas fuera del seno de la madre. Toma ya, concepto, toma ya sentido del ridículo, toma ya argumentación científica. ¿A quién se le ocurrió este criterio? Pues no lo sé, a lo mejor al mismo que cambió las leyes de educación o el concepto de matrimonio heterosexual –valga el pleonasmo– o al que inventó el divorcio “express”, o el submarino descapotable, simplemente porque un día le dio el punto y tenía mayoría en el parlamento.

        Algunos no se han dado cuenta de que los gobernantes gobiernan para todos: para los que están de acuerdo y los que no, los que no votan y los que sí, los que son inteligentes y los que no; para todos, no como Chávez o Castro, Stalin o Hitler, que gobiernan y gobernaban para los que están de acuerdo con ellos; y a los demás, represión. El gobernante debe defender las verdaderas minorías y hacerlo sobre criterios objetivos, no sobre caprichos o creencias.

        Decir que el embrión no es persona y compararlo con el espermatozoide y el óvulo o es mala idea o es oligofrenia, es decir, falta de cerebro. En 1936, el partido nazi afirmaba que los judíos no eran legalmente “personas”, lo mismo que decimos hoy de los embriones humanos. Es muy triste que la historia se repita y que no haya nadie que defienda la verdad. A lo mejor es que hemos perdido el sentido del ridículo y otras minucias. Estamos inventando el submarino descapotable, y va a ser la salvación de nuestros astilleros, el arma del siglo XXI, el punto fuerte del programa de defensa de todos los que han perdido el sentido del ridículo.