La brecha
Cristina López Schlichting
26.11.04 - La Razón
Bien aunque distintos         Estábamos tan bien, ateos, agnósticos, moros y cristianos. Tan ricamente. Y ahora vienen éstos y resulta que tenemos que odiarnos. Servidora, por ejemplo, conocía a muchos luteranos alemanes, por la familia; muchos musulmanes de Oriente Medio, que conoció en los viajes; una ortodoxa amiga, de nombre Anca Noran; una judía encantadora que es Beatriz Oberlaender, y mucha gente descreída de la que hay abundancia en España. Y no pasaba nada. Íbamos al cole, el que quería religión la estudiaba, el que no, no.

        Respetábamos a todos y hasta teníamos conversaciones interesantes. A nadie se le ocurría negar lo obvio, esto es, que al margen de nuestras convicciones, la Iglesia católica (como la evangélica en Alemania, o la presbiteriana en Estados Unidos) prestaba un servicio impagable de asistencia a ancianos, enfermos, madres solteras, drogadictos, enfermos de sida, indigentes, y así.

¡Pues ahora no!

        Era hermoso conocer misioneros, sacerdotes, rabinos o pastores ejemplares, con una alegría distinta en la cara, la que nace de hacer cosas buenas por los otros y conocer el nombre del Misterio que hace todas las cosas. Hasta había ateos que los apoyaban con su dinero y su cooperación. A casi todos nos parecía evidente que un hombre o una mujer no pueden vivir sólo del éxito, del poder o del dinero; que el ser humano está constituido por preguntas, por deseos de bien, verdad y belleza. Y que debía haber espacio para estos asuntos y, respecto a ellos, pluralidad. Así construyeron nuestros padres la transición española. Y a mí siempre me pareció divino.

        Y ahora llega este presidente con sus nuevos ministros, apenas unos años mayores que yo, y dicen que no, que ellos van a cambiar la forma que tenemos de organizarnos: para las preguntas y los deseos y la religión ya no ha de haber espacio en la escuela de todos; para los belenes y villancicos no debe haber lugar en las calles; para la Historia judeo-cristiana de nuestro pueblo no habrá memoria colectiva ni mención alguna en la nueva Constitución de las naciones laicistas.

"Pues me parece injusto"

        No sé qué derecho les asiste a decirnos cómo tenemos que ser. Han sido votados, es verdad, pero también por muchos que pensaban que se iba a respetar la diversidad. Y ahora resulta que sólo vale lo que ellos proponen: su modelo de familia, su modelo de muerte o de vida, su modelo de escuela. Me parece tan injusto como que cualquiera de nosotros, cristianos, mahometanos, judíos, ateos de derechas o vaya usted a saber qué, impusiésemos un modo de ser y estar. Me parecería totalitario y creo que abriría una brecha entre unos y otros. Una brecha difícil de reparar en un pueblo que ya tiene cicatrices hondas de cainismo. Menuda desgracia nos ha caído encima y cuánto odio se está larvando de nuevo.