Sexo, higiene, religión Emilio
Sanz |
Parece contradictoria | Somos
muchos los que últimamente estamos opinando sobre la última
ocurrencia de monsieur Jacques Chirac, Presidente de la República
de Francia, de poner en marcha a su parlamento para que redacte una
ley que prohíba en los lugares públicos el uso de signos
religiosos.
Algunos utilizan un argumento que, a primera vista, parece completamente correcto: si la religión, dicen, es algo personal, íntimo, es claro que debe quedarse en ese ámbito personal e íntimo y no exteriorizarse, ni mucho menos enseñarse en las escuelas. Efectivamente, la religión es algo personal e íntimo. Pero lo personal e íntimo no necesariamente debe ser ocultado, ni mucho menos obligatoriamente. La mayoría de los que pretenden que la religión no se exteriorice, aplauden con fuerza cuando un homosexual "sale del armario". En la mayoría de las escuelas se dan sesiones de educación sexual. Son casi continuas las campañas de animación al uso del preservativo. Y yo me pregunto si la sexualidad no es algo personal e íntimo. |
Por todas partes |
A los niños pequeños, en las guarderías se les enseña a limpiarse. Y yo me pregunto si la higiene corporal no es algo personal e íntimo. Son sólo ejemplos. Ejemplos de aspectos de la vida humana que, pese a pertenecer a la esfera interior de la persona, son tomadas en cuenta por la sociedad por tener un interés social importante. Y yo me pregunto: ¿es que no tiene interés social un aspecto de la vida humana como el religioso, que, por ejemplo, hace que en España celebremos la Navidad, recibamos a los Reyes Magos, visitemos a la Patrona del pueblo, o participemos en las procesiones de Semana Santa? ¿Es que no es religioso el origen de las universidades, la arquitectura de las catedrales? |
Por evitar conflictos en este caso |
Otros
alegan que la cosa diferencial de las religiones puede crear conflictos.
Siempre que se juega un partido Madrid-Barça, las autoridades
sanitarias y no sanitarias apelan a la tolerancia, a la convivencia,
al espíritu deportivo para intentar que las diferencias entre
los seguidores de ambos equipos no terminen en batalla campal. Pero
a nadie se le ocurre prohibir el partido, ni impedir los símbolos
de cada hinchada. Lo que se hace es educar al personal para saber
vivir en la diferencia, y no suprimir la diferencia misma.
En política sucede igual: a todos se nos anima a participar y a convivir con ideas distintas, y al que se le ocurra venir a igualarnos en lo ideológico le ponemos verde, y con razón. Pues me parece a mí que con la religión se debe hacer lo mismo: admitir que es un hecho personal con trascendencia y manifestaciones en el ámbito social, y educar para la convivencia en la diferencia. |