La mentalidad juvenil en el mundo occidental

Los jóvenes de hoy son más individualistas que los de generaciones precedentes, pero también están menos condicionados por el peso de las ideologías. Una adolescencia prolongada se manifiesta en la tendencia a relegar las elecciones definitivas y en el temor a comprometerse. Muchos no han recibido formación religiosa, pero están abiertos a una búsqueda espiritual. Son estos algunos rasgos del perfil de los jóvenes que bosqueja Tony Anatrella, psicoanalista francés y experto en psiquiatría social, en una conferencia pronunciada en un congreso internacional de responsables de las Jornadas Mundiales de la Juventud celebrado en Roma (1). Ofrecemos una selección de párrafos.

ACEPRENSA 8/10/2003.- Servicio 136/03

          Los jóvenes de hoy, como los de las generaciones precedentes, son capaces de ser generosos, solidarios y comprometidos con causas que los movilizan, pero tienen menos referencias sociales y sentido de pertenencia que sus predecesores. Son individualistas, quieren hacer su propia elección sin tener en cuenta el conjunto de los valores, de las ideas o de las leyes comunes. Toman sus puntos de referencia de donde sea para después experimentarlos en su modo de vivir. (...)

Una sociedad que infantiliza

        Durante la infancia sus deseos y expectativas han sido de tal manera estimulados a costa de la realidad externa y de las exigencias objetivas, que terminan por creer que todo es maleable sólo en función de los propios intereses subjetivos. Después, al inicio de la adolescencia, a falta de recursos suficientes y de un apuntalamiento interior, intentan desarrollar lazos de dependencia en relaciones de grupo o de pareja. (...) De hecho pasan del apego a los padres al apego sentimental, quedándose siempre en la misma economía afectiva.

        La educación, justamente preocupada por la calidad de la relación con el niño, se ha centrado demasiado en el bienestar afectivo, a veces a costa de las realidades, de los saberes, de los códigos culturales y de los valores morales, sin ayudar a los jóvenes a edificarse interiormente. Por consiguiente, en muchos casos tienden más a una expansión narcisista que a un verdadero y auténtico desarrollo personal. (...)

        Crecer implica separarse psicológicamente, abandonar la infancia y la adolescencia; pero para muchos tal separación es difícil porque los espacios psíquicos entre padres e hijos se confunden.

Una adolescencia más larga

        Una de las mayores paradojas de nuestra sociedad occidental consiste en hacer crecer a los niños demasiado rápido, animándolos al mismo tiempo a permanecer adolescentes el mayor tiempo posible. Se incita a los niños a tener comportamientos de adolescentes cuando aún carecen de las competencias psicológicas para asumirlos. De ese modo, desarrollan una precocidad que no es fuente de madurez, saltándose las tareas psicológicas propias de la infancia, lo que les puede perjudicar en su futura autonomía, como lo demuestra la multiplicación de los estados depresivos de muchos jóvenes.

        Los mismos post-adolescentes se lamentan de una falta de puntales interiores y sociales, en particular aquellos que, después de largos estudios, llegan a la empresa con su diploma recién sacado y deben de repente asumir responsabilidades.

        (...) La inmadurez temporal no siempre permite proyectarse en el futuro. Este puede angustiar a los post-adolescentes no a causa de la incertidumbre social y económica, sino porque, psicológicamente, no saben anticipar ni valorar los proyectos ni las consecuencias de sus acciones y gestos, porque viven únicamente en el presente. (...) No saben inserir su existencia en la duración –o temen hacerlo– y por lo tanto adquirir el sentido del compromiso en muchos campos. Viven más fácilmente en la contingencia y en la intensidad de una situación particular que en la constancia y continuidad de una vida que se elabora en el tiempo. Lo cotidiano aparece como la espera de un momento excepcional, en vez de ser el espacio en el que se teje el compromiso existencial.

El miedo a comprometerse

        El temor a comprometerse afectivamente domina la psicología juvenil, que es vacilante, incierta y escéptica en cuanto al sentido de una relación duradera. Los jóvenes piensan que permanecen libres al no comprometerse, y al actuar así terminan por rechazar la libertad, porque es comprometiéndose como uno se descubre libre y pone en acto su libertad. La soltería prolongada los habitúa a vivir y a organizarse por su cuenta. A algunos les cuesta aceptar la presencia continua de otro en su vida cotidiana; les angustia, dándoles la sensación de perder la propia libertad. Por lo tanto alternan tiempos en los que viven con otros y tiempos en los que viven solos. Todavía a los 35 años piensan que son inmaduros y que no están preparados para comprometerse, y que aún necesitan tiempo. Pero cuanto más pasa el tiempo, menos se desarrolla su mentalidad para ser capaces de relacionarse con otra persona, a la que, por otra parte, piensan amar.

        Sin embargo, los sondeos aún demuestran que la mayoría de los jóvenes quiere casarse y fundar una familia, aunque no siempre sepan cómo se constituye una relación a lo largo del tiempo. Desearían que se estableciera inmediatamente y resolver todos los problemas respecto al presente y al futuro. Sin duda los jóvenes necesitan aprender a hacer la experiencia de la fidelidad en la vida cotidiana, un valor que recoge el consenso unánime de los jóvenes, pero que no es valorizado por los medios de comunicación contemporáneos. En el mensaje de la sociedad predominan el miedo al matrimonio y a tener hijos, hecho que no ayuda a tener fe en sí mismo y aún menos en la vida.

        Vivimos en una sociedad que siembra la duda respecto a la idea de comprometerse en el nombre del amor. Los jóvenes desean hacerlo y por ello se les debe acompañar para que puedan descubrir las posibilidades y los caminos que conducen a la fidelidad.


(1) Tony Anatrella, Le monde des jeunes: qui sont-ils, que cherchent-ils? Conferencia pronunciada en el congreso celebrado en Roma del 10 al 13 de abril de 2003, organizado por el Consejo Pontificio para los Laicos. Texto íntegro, en diversos idiomas, en www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/laity/, dentro del apartado “Congreso internacional sobre las Jornadas Mundiales de la Juventud”, bajo “Colonia 2005”.