Pero muchos
siguen pensando que el crecimiento demográfico es una seria
amenaza para el desarrollo y el futuro de nuestro planeta, tanto por
la escasez de recursos naturales como por el deterioro ambiental.
Ya hemos visto
que los datos no son tan alarmantes. Cualquier experto en economía
agraria sabe bien que la dieta alimenticia de la población
mundial no ha parado de crecer en los últimos cincuenta años.
Y quienes estudian la economía de los recursos naturales saben
igualmente que todos los recursos son cada vez más accesibles,
en lugar de más escasos, como lo demuestra el descenso de los
precios de todos ellos a lo largo de los últimos siglos y las
últimas décadas.
Bien, pero
se dice que el aumento de población de una sociedad reduce
el ahorro, impide la inversión, disminuye las posibilidades
educativas y es la causa fundamental del hambre en el mundo.
Ninguna de esas
afirmaciones sobre el aumento de la población parece avalada
por el transcurrir de la historia:
Los costes
de los recursos naturales han ido disminuyendo a largo plazo en
todos los casos, salvo alguna excepción temporal. Es decir,
ha crecido siempre la disponibilidad de materias primas. Por ejemplo,
el precio actual del cobre -en función de los salarios de
cada época- es aproximadamente una décima parte del
que tenía en el siglo XVIII, la centésima parte que
durante el Imperio Romano, y la milésima parte que en Babilonia
hace 4.000 años.
Los productos
elaborados (bolígrafos, camisetas, neumáticos, etc.)
son cada vez más baratos, porque cada vez sabemos producir
más y a menor coste.
El incremento
de productividad por unidad de superficie agraria ha crecido muchísimo
más rápido que la población, y hay serias razones
para pensar que esta tendencia continuará. Por tanto, hay
cada vez menos motivos para preocuparse por la disponibilidad de
tierra cultivable: aumenta el número de cosechas al año,
aumentan los rendimientos por hectárea gracias a las mejoras
en los métodos de cultivo y los fertilizantes, y aumenta
también la superficie por la puesta en cultivo de nuevas
tierras y por la recuperación de tierras abandonadas.
Solo hay un
recurso importante que parece haber empezado a decrecer, y es el
más importante: el ser humano. Ahora hay más gente
que nunca en el planeta. Pero si midiéramos la escasez de
seres humanos de la misma manera que medimos la escasez de otros
bienes económicos, vemos que los salarios no han hecho más
que subir en todo el mundo, en los países pobres y en los
ricos. La cantidad que hay que pagar a un peluquero o un cocinero
o un economista ha subido tanto en la India como en Estados Unidos.
Este incremento de los precios es una clara muestra de que las personas
son cada vez más escasas, aunque seamos más.
Todas las predicciones
de los alarmistas han resultado erróneas. Los metales, los
alimentos y demás recursos naturales son ahora más accesibles,
en vez de más escasos, como se predecía. Los expertos
concuerdan en que las grandes hambrunas han sido, casi sin excepción,
consecuencia de conflictos bélicos, desórdenes civiles
y corrupción política y económica.
Los problemas
del Tercer Mundo solo pueden resolverse mediante la solidaridad internacional
y una ayuda eficaz para resolver los problemas internos de esos países:
mala política y administración, corrupción, guerras,
etc.
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