Miguel Servet

Alfonso Aguiló
Libertad y tolerancia en una sociedad plural: el arte de convivir
Alfonso Aguiló

        —¿Y esa otra vieja historia sobre Miguel Servet, que por su descubrimiento de la circulación de la sangre fue quemado en la hoguera?

        Esa vieja leyenda puede rebatirse sin grandes despliegues de erudición. Para empezar, Miguel Servet no descubrió la circulación de la sangre, sino solo lo que se conoce como la "circulación menor", es decir el paso de la sangre de un lado a otro del corazón, a través de los pulmones, donde se purifica la sangre en contacto con el aire que se respira.

        Curiosamente, además, esa aportación mundial y motivo del lugar preeminente de este médico aragonés en la historia de los grandes descubrimientos, la escribió intercalada entre los párrafos de un libro de Teología dedicado a la Santísima Trinidad. Las cosas en aquellos tiempos eran así -explica Pascual Falces de Binéfar-, pues todavía dominaba la idea de que "el médico que solo sabe medicina, ni medicina sabe". Ese libro de Miguel Server titulado "Christianismi restitutio", cayó en manos de Juan Calvino, con su Reforma recién implantada en la ciudad de Ginebra. Calvino discrepó de tales teorías, hasta el punto de declarar públicamente que si Miguel Servet aparecía por esa ciudad, sería quemado en la hoguera, tal y como se arreglaban entonces muchas de las diferencias personales o políticas. Miguel Servet hizo caso omiso de esa advertencia, se plantó desafiante en la aburrida ciudad y ocurrió lo previsible: terminó en la hoguera y sus cenizas esparcidas por el viento sobre el lago Lemán. Por eso fue ajusticiado, y no por descubrir la circulación de la sangre. Fue algo evidentemente cruel e injusto, pero ni lo hizo la Iglesia católica ni fue por descubrir la circulación de la sangre.