Luces y sombras

Alfonso Aguiló
Libertad y tolerancia en una sociedad plural: el arte de convivir
Alfonso Aguiló

        Las sociedades nacidas de aquella aceptación del cristianismo no llegaron a asimilar todos los principios de la nueva fe. De hecho, en buena medida eran reinos sustentados sobre la fuerza militar necesaria para la conquista, o para la defensa frente a las invasiones. Sin embargo, el cristianismo ejerció sobre ellos una influencia fecunda, que volvió a sentar las bases de un principio de legitimidad del poder -alejado de la arbitrariedad guerrera de los bárbaros-, buscó de nuevo la defensa y la asistencia de los débiles y continuó su esfuerzo artístico y educativo. Además, suavizó la violencia bárbara implantando las primeras normas del derecho de guerra -la "Paz de Dios" y la "Tregua de Dios"-, supo recibir la cultura de otros pueblos, creó un sistema de pensamiento como la Escolástica y abrió las primeras universidades.

        También las principales legislaciones de carácter social recibieron un impulso decisivo de la preocupación cristiana de personas como lord Shaftesbury (que promovió leyes que mejoraron las condiciones de trabajo en minas y fábricas), Elizabeth Fry (que introdujo importantes medidas humanitarias en las prisiones) y otros muchos hombres y mujeres que, gracias al impulso cristiano, superaron los condicionantes de su tiempo y promovieron reformas decisivas para humanizar la sociedad.

        Es cierto que hubo también páginas tristes y oscuras en la historia de la fe de esos pueblos cristianos, y es verdad también que se cometieron errores, a veces graves, pero en el curso de esos siglos y de los siguientes, el cristianismo alcanzó grandes logros educativos y asistenciales, y facilitó el desarrollo económico, científico, cultural, artístico e incluso político. Causas como la defensa de los indígenas, la lucha contra la esclavitud, las primeras leyes sociales contemporáneas o la denuncia del totalitarismo difícilmente habrían sido iniciadas sin el impulso cristiano.