Angustiosa súplica del Papa por la Paz

Joseluís García www.PiensaunPoco.com

Su sufrimiento         Juan Pablo II se desangra interiormente cuando los hombres nos empeñamos en desenterrar el hacha de guerra. Creo que en su fuero interno detesta tanto cualquier tipo de guerra que, al margen de cualquier posible justificación moral, aborrece hasta de la legítima guerra defensiva ante una injusta ocupación. Este hombre curtido por el dolor y que parece llevar sobre sus hombros todo el sufrimiento humano, sabe que la violencia solo engendra violencia y que la guerra más pequeña provoca la más espantosa de las desolaciones humanas.
La Paz un deber         Ayer, en la Misa de Santa María Madre de Dios en san Pedro, su voz resonaba con fuerza a medida que invitaba a releer la encíclica «Pacem in Terris», escrita por Juan XXIII hace cuarenta años, «cuando las nubes amenazadoras ensombrecían el horizonte y la humanidad sufría la pesadilla de una guerra atómica». Con ese telón de fondo, añadió que «hoy, como entonces, a pesar de los atentados repetidos y graves a la convivencia serena y solidaria entre los pueblos, la paz es posible, y es un deber».
Respecto al derecho internacional         Refiriéndose en primer lugar a Belén y Tierra Santa, el Santo Padre afirmó que «la tensión pertinaz y dramática en esa región de Oriente Medio hace más urgente la búsqueda de una solución positiva al conflicto fratricida e insensato que la ensangrienta desde hace ya demasiado tiempo». A renglón seguido, extendiendo el horizonte al resto de «los conflictos y las tensiones amenazadoras de este momento», el Papa invitó «a rezar para que se busquen los medios pacíficos de recomposición, inspirados en una voluntad de entendimiento leal y constructiva, y de acuerdo con los principios del derecho internacional».
Sería una guerra injusta

        Como ha hecho varias veces desde el ataque de artrosis de rodilla el pasado mes de febrero, el Santo Padre presidió la ceremonia desde su sitial en el pavimento de la basílica, pero subrayó la importancia de la Jornada Mundial de la Paz situando en el altar a toda la plana mayor de las relaciones exteriores del Vaticano: el secretario de Estado, Angelo Sodano; el jefe de la diplomacia, Jean-Louis Tauran, y el presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, Renato Martino.

        Eran precisamente las tres personas que han repetido durante las últimas semanas la posición de la Santa Sede ante la crisis del Golfo: que la «guerra preventiva» es contraria a la Carta de Naciones Unidas y que «es una guerra de agresión y, por lo tanto, injusta». Aunque se habla demasiado de guerra desde hace ya varios meses, el Papa tiende a espaciar sus llamamientos públicos a la paz para que no pierdan vigor por demasiado repetidos.

Todo lo posible         Ayer a mediodía, desde el balcón de su apartamento, Juan Pablo II pidió de nuevo a los líderes «que hagan todo lo posible para encontrar soluciones pacíficas a las numerosas tensiones que hay en el mundo, de modo particular en Oriente Medio, evitando nuevos sufrimientos a poblaciones ya tan atribuladas».
Procurar cada uno la paz

        Pero también el Papa realizó un llamamiento a todos los hombre de buena voluntad, pidiendo «a cada uno que ofrezca su propia contribución para promover y realizar la paz, mediante opciones generosas de comprensión recíproca, de reconciliación, de perdón y de atención concreta al necesitado. Se necesitan concretos “gestos de paz” en las familias, en los lugares de trabajo, en las comunidades, en el conjunto de la vida civil, en los encuentros sociales nacionales e internacionales. Sobre todo, no hay que dejar nunca de rezar por la paz».

        Ciertamente el párrafo anterior está dirigido a todos los ciudadanos y supone una llamada a crear una “burbuja” de paz en nuestro entorno. Quienes se mueven en el plano espiritual saben de sobra que posiblemente la paz del mundo dependa de su modesta contribución a crear ese “espacio de paz” y de su plegaria, como muy bien afirma el Papa.