Macario y el racimo de uvas
J. Mª. Alimbau
La Razón
Sin Excusas
Kyle Maynard

 

 

 

 

Renunciar para favorecer

        Un hombre del campo, fue a ver al abad Macario, uno de "los padres del desierto" (s.IV-V) a quien veneraba. Al llegar a la cueva de Macario, el labrador le dice: "Padre, os traigo un precioso racimo de uvas para vuestro refrigerio". El abad agradeció el presente y bendijo al hombre.

        Después, al quedarse solo, se dijo:

        —"¿No lo necesita acaso más que yo el venerable ermitaño que vive a mi lado?" Macario cogió el gran racimo de uvas y se lo llevó.

        El ermitaño lo toma con gratitud y con gran alegría, pero después piensa:

        —"¡Qué bien sentaría este racimo al hermano Nazario, que está enfermo!". Y de inmediato se lo llevó. Pero Nazario ni siquiera lo cogió.

        Dijo:

        —"¿Cómo puedo yo comer esto? A mi Salvador le dieron hiel en la cruz..." .

        De esta manera el racimo pasa de una cueva a la otra, hasta la puesta del sol, cuando uno de los ermitaños llega para ofrecerlo a su vez, al abad Macario, quien al volver a ver el espléndido racimo de uvas... se echó a llorar de alegría.

        Se regocijaba y daba gracias a Dios, por tener unos compañeros... tan capaces de renunciar a cualquier bien… para favorecer… a un hermano.

        Es la virtud.

        Aquellos hombres del desierto sabían abstenerse... para superarse; sabían agradar a Dios… favoreciendo… al prójimo.

        El filósofo y ensayista Ortega y Gasset decía:

        — "Un alma fuerte... es fuerte… ante sus apetitos.

        — Un alma… es fuerte... si sabe renunciar...".