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Me costó, es innegable. Pero no supuso para mí una hecatombe. Siempre consideré que los valores importantes de mi vida permanecían inalterables. Afianzado en ellos, se trataba de seguir adelante con lo que todavía me quedaba, que era y es casi todo.
En absoluto, porque los ideales no habían cambiado para mí: la dignidad de hijo de Dios no se pierde aunque ya no se pueda caminar. Por lo demás, mi destino en Dios, seguía corriendo de mi cuenta: tenía todavía mucho por hacer. Intentarlo cada día www.fluvium.org me ha confirmado en que vale la pena seguir trabajando y que el trabajo fructifica y reconforta. Los momentos duros, que los hay indudablemente, también vienen acompañados de la seguridad indudable de que Dios, Padre bueno y omnipotente, no permite que me sienta en una situación insufrible.
Que la limitación y el sufrimiento vienen con el hombre mismo y que no hay que dramatizar, como si fueran algo extraordinario y sobrehumano.
No me parece proporcionado hacerse esa pregunta, como si debiéramos entender todo, como si nuestra inteligencia pudiera ser la medida de toda realidad. No entender y ,sin embargo, no perder por ello la paz, me parece que es lo razonable de quien se sabe criatura. La enfermedad es una escuela permanente. Me parece que nos sitúa en nuestra justa realidad: saber lo que verdaderamente somos y los que no somos, lo que podemos y lo que no podemos, a qué tenemos derecho y a qué no, considero que es una gran lección, pendiente hoy como nunca.
La relación suicidio-depresión se estudia en psiquiatría. Todavía recuerdo recuerdo aquella clase cuando estudiaba medicina. Y la depresión es una enfermedad que tiene tratamiento médico, según han recordado más de una vez los psiquiatras. Y, aunque tal vez no sea así en todos los casos, sí lo es en la mayoría.
Que no lo haga y no se arrepentirá.
Este es el problema.
Porque las leyes no las hacen los enfermos. Además, es impensable
que se quiera morir una una persona que se sabe querida. Pero amar
amar de verdad es lo que más cuesta. Les diría,
por tanto, que quieran a sus enfermos. Que no regateen en gastos,
sobre todo humanos que pueden ser los más costosos. | |||||
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