Vivir el fin de la vida
Dra. Cristina López

Unidad de cuidados paliativos
Hospital Gregorio Marañón, de Madrid
Alfa y Omega

Sin miedo: cómo afrontar la enfermedad y el final de la vida
Miguel Ángel Monge

 

 

Es mucho lo que se puede hacer por un enfermo incurable

        En nuestra sociedad, la muerte es un tabú; sin embargo, especialmente en la unidad de cuidados paliativos es una realidad que está muy presente. Tratamos a los pacientes con cáncer que están en la fase final de su vida. Ésta es una fase dura para el paciente y para la familia, y lo que intentamos es que tengan la mejor calidad de vida y el menor sufrimiento posible. Ése es el objetivo del tratamiento y de todos los cuidados que se brindan en esta unidad, aunque nosotros sólo somos un factor más –que se centra en tratar determinados síntomas y que ayuda en la medida de lo posible–; en el proceso influyen también muchos factores como la familia, el entorno de amigos, las creencias, o la personalidad del paciente.

        Aveces se relaciona la idea de cuidados paliativos con la idea de ayudar a morir; sin embargo, para mí, no es ayudar a morir, sino ayudar a vivir el final de la vida, porque uno está vivo y es persona hasta que muere. Tradicionalmente, cuando una enfermedad ya no se podía curar se solía decir la típica frase de "Ya no se puede hacer más"; pero esto es un error, porque el hecho de que no podamos curar no significa que ya no podamos hacer más; hay muchas cosas que se pueden hacer para que el paciente viva lo mejor posible lo que le queda de vida. En este sentido, es muy importante el factor humano, no sólo el papel de médico que observa síntomas, sino también el de estar al lado del paciente y mostrarse disponible para que haya una comunicación constante y que éste encuentre respuestas a sus dudas.

        No se puede generalizar, porque la muerte es un proceso muy personal, pero creo, por lo que he visto en algunos pacientes, que la fe aporta una cierta serenidad y paz a la hora de afrontarla. En este sentido, me impactó el caso de una joven, creyente; era dinámica e independiente, pero tuvo un deterioro muy importante, a raíz de su enfermedad. Se quedó tan débil que apenas podía hacer nada; sin embargo, impresionaba la fuerza con la que mantuvo, mientras le fue posible, su ritmo de vida. El desgaste físico de esta chica, que había asumido su enfermedad y la proximidad de su muerte, contrastaba con la paz, la serenidad y la alegría que transmitió hasta el final.

        La persona es siempre la misma y tiene la misma dignidad, sana, enferma o a las puertas de la muerte. Lo que hacemos es paliar el dolor para ayudar a que las personas acepten su realidad y sigan siendo como son; sacando lo mejor de sí mismas hasta el final.