Sufrir por amor
Cristina López Schlichting
La Razón, 4 de octubre de 2006.
El hombre en busca de sentido
Viktor E. Frankl

 

 

En el cristianismo

        "Nos han enseñado a amar, pero no a sufrir por otros". La frase es de mi amigo Carlos, el primer sordomudo español que terminó Ingeniería de Caminos y que acaba de jubilarse con treinta y pico años porque se está quedando ciego. No sé lo que padecerá Carlos, pero yo tengo lo mío. Pasamos el día entre anuncios de enamorados y programas con felices presentadores, pero, mas allá de la apariencia, todos tenemos el corazón herido. La cultura dominante solo propone la huida: si te sobra un hijo, abórtalo; si te sobra la mujer, la dejas; si te pesa la vejez o la enfermedad, eutanasia. ¡Y a pesar de ello sufrimos, no hay forma de escapar!

        El año pasado conocí a Françoise Michelin, el decano de la gran saga de los neumáticos franceses, un señor que asiste con serenidad a su lenta decrepitud y la grave enfermedad de su esposa. Entre café y café, le pregunté qué objeto tiene el sufrimiento. Dejó la taza, me clavó unos ojos acuosos e inteligentes y respondió: "No le he encontrado utilidad fuera del cristianismo". Ahora leo la vida de Hermann el inválido, del S. XI: era tan contrahecho que apenas podía sentarse en la silla fabricada al efecto. Como no hablaba, pensaron que era deficiente, y lo enviaron a un monasterio, donde se reveló como un superdotado. Murió después de haber escrito un tratado sobre los astrolabios y un "Chronicon" de la historia del mundo, haber construido relojes e instrumentos y dejado los admirables textos del Salve Regina y el Alma Redemptoris. Los monjes lo describían como "agradable, siempre sonriente, jovial" y le profesaban un amor incondicional. ¿Era un héroe? Pues parece que no, que lo suyo fueron regalos, no hazañas. Lo digo porque el otro día me encontré con Carlos, que acababa de volver de Medjugorje, en Bosnia, de echarse a los pies de la Virgen para que retrasase su ceguera. Veía mejor, pero apenas hablaba de ello, lo que me dijo ya lo he contado: "Antes sabía amar, ahora Ella me ha enseñado a sufrir por otros y quiero más a mi mujer y a mis hijos". Michelin va a tener razón.