"Ante la enfermedad aflora el ser humano, con sus grandezas y miserias"
Ha tratado desde a don Juan de Borbón hasta a personas anónimas como Alexia, que inspiró la película "Camino", y asegura que en pijama "todos somos iguales". Desde su experiencia, destaca el cambio del papel del sacerdote en el hospital.
M.J.E. . PAMPLONA
Con la Vida en los Talones: historias de superación y esperanza
Jesús Poveda y Silvia Laforet

        Miguel Ángel Monge Sánchez (El Tiemblo- Ávila- 1940) se acaba de jubilar como director del Servicio de Capellanía de la Clínica Universidad de Navarra tras 28 años desempeñando este cargo. "Da pena, pero he sido muy feliz", resume. Licenciado en Medicina por la Universidad de Granada y doctor en Teología por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma asume que afronta "un cambio de etapa" y se encuentra expectante ante las nuevas tareas que va a emprender. "Al final, los curas no nos jubilamos", afirma.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

        Sin duda el día a día es lo más grato. He dirigido un servicio, he escrito siete u ocho libros, pero lanzarse a la planta a ver gente, a saludar, es lo mejor. La primera tarea es escuchar. Cuando viene un cura joven le digo: "al entrar en una habitación no digas si quieren confesarse. Ya llegará, si quieren". A mí me gusta hablar y ver cómo se encuentra la gente.

¿El paciente tiene ganas de que le escuchen?

        Sí. Aquí viene gente de todo el mundo. El hospital es católico y todo el mundo sabe que es del Opus Dei pero la gente viene a curarse. El mundo del hospital se nutre del mundo de los sanos y está como está: hay personas divorciadas, otras no están bautizadas, hay de distintas religiones, etc. Hay personas que igual te reciben con reticencia y luego terminas haciendo amistad. Podría recorrerme España en casas de personas con las que he hecho amistad.

Ha atendido a gente de todo tipo. También famosos.

        Sí. Desde a don Juan de Borbón hasta personas totalmente anónimas, de otras religiones, etc.

¿Cómo llevan los famosos la enfermedad?

        Ante la enfermedad todo se unifica. Aflora el ser humano con sus grandezas y sus miserias. Una persona humilde y con poca formación pero sentido común puede superar mejor la situación que otra con mucha cultura o raigambre. En pijama somos iguales.

Lo que usted sabe no tendría precio en los programas actuales de la televisión...

        Bueno...lo primero es tener un gran respeto por la intimidad de cualquier persona.

¿En 28 años como capellán ha habido algo o alguien que le haya impactado especialmente?

        Recuerdo el caso de Alexia, una niña sobre la que se hizo una película "Camino" (del director Javier Fesser, recibió seis premios Goya en 2009). Una chica con 14 años que se iba a morir y estaba feliz... Su madre se lo preguntaba y ella decía que era "muy, muy feliz". Estaba serena, contenta, siempre sonriente y conocía su situación. Aquí dejó un ejemplo impresionante entre médicos, enfermeras...

¿En usted también?

        Claro. Yo la traté. Hice mucha amistad con ella y con la familia y escribí un libro. Está en marcha el proceso de canonización.

La película indica que está "inspirada" en la historia de Alexia.

Inspirada pero con bastante mala intención. Deforma mucho la realidad, inventa y manipula. Falsea cosas a conciencia. La figura del capellán es la de un cura mafioso, intrigante...se está muriendo Alexia y ya está gestionando su canonización cuando ese tema nos pasó por la cabeza dos años después. En la película cuando muere Alexia las personas que están en la habitación aplauden y eso no ocurrió.

¿Distorsiona su trabajo?

        Sí, pero es curioso porque hay gente que ha visto la película y quedan encantados con la chica. La madre aparece como una mujer intrigante y la verdad es que era encantadora.

¿Cómo afronta actualmente el paciente la enfermedad?

        Hay como un derecho a la salud: si voy al médico y no me cura él es responsable. A la gente le cuesta entender que la medicina no es exacta y hay cosas que no se saben. Se piensa que te tienen que poner sano porque pagas y tienes derecho y no te pueden defraudar. Tener una enfermedad, superar la pérdida de un ser querido... hay que dominarlo y esforzarse antes de ir al médico a por unas pastillas.

¿Qué hay detrás de esa actitud?

        Yo soy capellán y he notado que ha habido un retroceso notable de la vivencia cristiana. Hace 28 años la mayor parte de la gente que iba a quirófano se confesaba y tomaba la comunión. Ahora la visita del sacerdote en el hospital es distinta. La gente te recibe bien porque es educada, amable y haces muchos amigos, incluso entre personas que no son practicantes. Pero la presencia del sacerdote ya no tiene esa dimensión espiritual de antes.

¿Cómo se siente? ¿Le da rabia?

        Rabia no. Lo cierto es que cuando las situaciones se complican y llegan los momentos duros en muchos casos te buscan en lo espiritual.

¿Qué cree que ha pasado?

        Es un proceso de laicismo en el que está inmersa la sociedad que está quitando el sentido trascendente de la vida. Ya no hay una referencia inmediata a lo espiritual.

¿Qué consecuencias tiene?

        Creo que se tiene más miedo aunque también hay personas que no creen y se enfrentan a la muerte con paz. En general las personas creyentes afrontan con más naturalidad estos temas. Y las personas mayores lo asumen mejor, con más paz.

¿Se muere ahora sin paz?

        La medicina es ahora tan eficaz que cuando la gente está al final de la vida suele estar muy sedada. Se intenta quitar el dolor y creo que es bueno que la gente no sufra. Los enfermos en fase terminal están muy sedados y no se puede conversar con ellos, aunque hay excepciones.

Pero antes de llegar a esa fase hay un proceso...

        Sí pero cuando se va a sedar a una persona se le informa por si quiere tomar alguna medida: hablar con la familia, con el sacerdote...

¿Cree que el proceso de laicismo tiene marcha atrás?

        No lo veo irreversible pero será un proceso a muy largo plazo. Será preciso recuperar los valores de la vida: el amor a la verdad, el sentido del dolor, saber que el sufrimiento no es el peor mal de la vida...

¿Cómo resume su experiencia de 28 años en Navarra?

        Vine de Madrid con cierta prevención porque la actividad de ETA estaba muy activa. Recuerdo la preocupación de mi madre. De hecho, al poco tiempo celebré una misa en el Velatorio de la CUN por una persona que había asesinado ETA. Eso me impactó. Pero la verdad es que enseguida se disiparon todas las prevenciones. Empecé a conocer gente que me ayudó a descubrir esta tierra.

¿En concreto?

        Una de las primeras cosas fueron las romerías a las ermitas. Hice pronto amistad con los capellanes sanitarios de Pamplona. Lo mismo me pasó con un buen grupo de la sociedad gastronómica Napardi, con los que me inicié en las "Javieradas". Con ellos he hecho muchas veces la romería a Ujué. Como soy montañero, descubrí el Pirineo navarro. También tenía una modesta afición setera y aquí he descubierto un paraíso.