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Todo lo que dice el libro, que es un análisis sociológico realizado con 25 mujeres que, como yo, tienen lesión medular, es cierto. Hay una cárcel social de la que es difícil, por no decir imposible, salir. Sin embargo yo no soy una carga para nadie, o intento no serlo. Pero ser independiente es muy caro. Sin recursos, tener independencia es imposible.
Muchísimo. Desde la silla, que es eléctrica y me costó casi 12.000 euros (dos millones de pesetas), hasta lo que nos costó cambiar de casa, para una adaptada, o el día a día, porque yo pago a una persona para que me atienda. Quiero que lo haga un profesional, no mi familia.
Soy consciente de ello. La mayoría de las mujeres que están en mi misma situación son atendidas por la familia, porque la Administración no prevé que haya profesionales que nos ayuden en todo lo que necesitamos, que va desde el aseo personal, hasta levantarnos de la cama. Cosas muy personales que no tiene por qué hacerlas ni mi madre ni mi marido.
Cuando tuve el accidente, en 1991, mis dos hijos, que son gemelos, tenían siete años. Fue muy duro, pero salimos adelante. Siempre quise que vieran a su madre, no a una silla de ruedas.
Creo que hay
una anécdota que lo resume todo. Al poco de sufrir el accidente,
ya en mi silla, iba paseando con ellos por la calle
No. Nunca pensé en divorciarme, aunque sí entiendo que suceda. De hecho, en el hospital de Toledo vi a muchas firmar los papeles del divorcio en la cafetería. Es muy duro, pero es así. Aunque, cuando eso sucede es que la pareja ya no iba bien antes del accidente.
La misma. Tengo, como él, afectadas las cervicales 6 y 7, pero yo hice rehabilitación y volví a trabajar. Volví al Centro de Educación Especial de Castiello, donde era profesora ya antes del accidente, y estuve cuatro años.
No. Ramón Sampedro nos hizo mucho daño a todos los que tenemos su misma lesión. Para mí, no es ningún ejemplo a seguir. | |
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