Con la verdad por delante
Luis de Moya, Sacerdote
Habría de ser imparcial

        Sí parece necesario falsear la verdad o al menos ocultarla la para argumentar seguramente lo que se pretende no es cierto.

        Pues de falsear y ocultar no anda precisamente escasa la apología institucional que se nos ofrece de la eutanasia. Es bien sabido que con los medios de opinión en la mano la verdad se crea. No importa para nada si concuerda o no con la realidad.

        Estuve hace poco en un debate televisivo sobre el tema. La moderadora, imparcial habría que suponer por más que la cadena no lo sea, se refería para entrar en el tema y sin pestañear a que la historia de la vida y muerte de Ramón Sampedro ya muchos la habían visto en la pantalla. Todavía no había sido premiada con el óscar. No había más que decir. Sólo faltaban por aparecer para moderar imparcialmente, sin pestañear insisto, las oportunas cuñas de la película dando pena y unos gráficos perfectamente demostrativos de cómo la eutanasia se impone. Como digo, todo fue llegando.

Con ánimo de confundirle

        La película miente. Posiblemente no miente Amenábar que, como es natural, está en su perfecto derecho de contar su historia, magistralmente por cierto. En todo caso la película miente: para ser honrada tendría que advertir, siendo un caso tan conocido, que no pretende la fidelidad a los hechos. Hubiera bastado eso y la película no sería peor, sino al contrario.

        Miente porque se cuenta de modo distinto lo que pasó y, en mi opinión y sobre todo, por lo que no se cuenta. No la había visto hasta la semana pasada y, conociendo con cierto detalle la situación y de primera mano algo de lo sucedido, no me podía imaginar, por más que me explicaran, hasta qué punto la película miente.

Lo que se cuenta y lo que no se cuenta

        Pero al fin y al cabo es más de lo mismo. Si se quiere promocionar el mal no hay más remedio que escamotear la verdad. El mal, como es sabido, aparte de malo es feo y hay que disfrazarlo si pretendemos que sea atractivo. Hay que procurar, por ejemplo, que no se hable de las consecuencias; como que, en el mejor de los casos, una de cada tres eutanasias son siempre sin el consentimiento de la víctima. Así es la vida real, y así lo reconocen los informes oficiales en Holanda, donde no es tonta la justicia. Pero esos informes son prudentemente silenciados para el gran público. "Temblad abuelos, temblad", titulaban no hace mucho un comentario al respecto.

        En fin, se queda aquí casi todo el aire pero no hay espacio para más. Ojalá que se hablara sin miedo y a fondo de esto y de tantas cosas, pero con la verdad por delante. Si no, vamos otra vez a lo de siempre: ... es la Iglesia con su ancestral obsesión.