Esopo habla al siglo XXI: La liebre y la tortuga
Tal vez estemos olvidando esa casa donde la persona vale por lo que es y no por lo que tiene ni por lo que hace.
Jose Vaquero
Fábulas de Esopo
Jerry Pinknei

 

 

 

La liebre de la crisis

        En esta nueva ‘Fábula fabulosa’, Esopo habla al siglo XXI sobre La liebre y la tortuga y nos recuerda la importancia de los valores “de esa casa que la tortuga lleva siempre consigo”; de ese hogar “donde la persona vale por lo que es y no por lo que tiene ni por lo que hace”.

La liebre y la tortuga

“Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó:
— Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría en una competencia.
Y la liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.
Llegado el día de la carrera, arrancaron ambas al mismo tiempo. La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida.
Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vio como la tortuga había llegado de primera al final y obtenido la victoria”.

        Querido Esopo: Atravesamos tiempos malos. Parece que se desmorona la economía, esa liebre tan veloz como el viento, y que a ratos, a meses, se echa a dormir junto al camino. Ojalá descansase también el pago de la hipoteca, el índice de paro, los precios de los alimentos básicos, el gasto (en ocasiones despilfarro) público.

        ¿Fracasará este sistema como cayó el comunismo, esa otra liebre que recorrió ágil tus naciones vecinas del Este durante el siglo XX?

        Puede que la discusión no sea comunismo, capitalismo, libremercado... Tal vez estemos olvidando esa casa que la tortuga lleva siempre consigo: una casa, mejor dicho un hogar, donde la persona vale por lo que es y no por lo que tiene (coches, presupuestos millonarios...) ni por lo que hace (sonreír mientras mendiga un puesto en Washington).

        Con los valores de ese hogar, aunque a veces parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.