Se van los pájaros
Enrique Monasterio
Un safari en mi pasillo. Otra catequesis desenfadada a la gente joven

 

Descansando en el campo en amable compañía

        Hoy, al fin, he podido pasear entre los pinos de Molinoviejo sin sentirme agobiado por el calor. Ha disminuido la temperatura y los pájaros han salido de su sopor para alborotar a cualquier hora del día. Incluso he conseguido contemplar la puesta de sol y el esplendor de Júpiter, que esta semana ha tomado el mando en el firmamento y luce con más fuerza que Venus.

        El verano empieza a agonizar. No sé si los calores durarán un tiempo aún, pero aquí es patente que las noches se alargan, mientras las aves migratorias emprenden viaje hacia el Sur. Ayer fue una bandada enorme de abejarucos, que siempre cantan en vuelo una melodía vibrante y líquida, inconfundible para quien la haya oído una sola vez. Hoy he divisado un ejército de rapaces a gran altura que desfilaban en vuelo marcial. ¿Águilas calzadas? ¿Milanos negros? No tenía a mano los prismáticos y me fue imposible identificarlos.

        Entre tanto, los pajarillos estivales comen desaforadamente para salir de estampida cualquier noche de éstas y seguir el camino de las estrellas. La mayoría se concentrará en el Estrecho de Gibraltar para dar el salto a África después de tomar aliento en Doñana. Es la operación retorno, que las aves ibéricas realizan escalonadamente, como aconseja la Dirección General de Tráfico.

        —¡Hasta la primavera, oropéndolas, alcaudones, currucas, papamoscas, mosquiteros, golondrinas, ruiseñores…! No os olvidéis de Molinoviejo, de su ermita ni de sus pinos. Hace un par de años fuisteis calumniadas por las autoridades sanitarias. Decían que, con tanto viaje, traeríais a Europa la gripe aviar. Si hubiesen podido, os habrían puesto mascarillas en el pico. Ahora esperamos la llegada de otra gripe, que nada tiene que ver con vosotras.

Otro misterio más

        La migración de las aves sigue siendo uno de los grandes misterios de la naturaleza. ¿Cómo consiguen recordar su ruta y su destino con tanta precisión? ¿Quién los dirige? ¿Por qué el charrán ártico da la vuelta al mundo todos los años, desde el Polo norte hasta el Polo sur? ¿Quién ha grabado en su cerebro la ciencia de la astronomía? ¿Por qué conocen el camino del cielo incluso los pájaros que no han tenido contacto con sus padres y han sido incubados artificialmente?

        Mañana, miércoles, después del desayuno, saldré por última vez al campo. Tal vez tenga suerte y vea alguna de las cuatro o cinco especies de aves ibéricas que todavía no se han situado al alcance de mis prismáticos.

        De regreso a casa, busco entre mis libros un poema para esta noche. Renuncio enseguida. Prefiero quedarme a solas, sin palabras, con la luz que Dios enciende al atardecer.