El valor del dinero: el trabajo
El dinero es un medio de intercambio eficaz, pero no es algo en sí mismo; la crisis actual empuja a volver a su verdadero valor.
Enrique Cases
La ultima escapada
Michael O'Brien

 

 

La raíz del problema y algunas soluciones

        Estamos tan acostumbrados a hablar de dinero y a usarlo que llegamos a pensar que es algo en sí mismo. Y no es así. El dinero no es nada sin referencia al trabajo de los hombres. Ciertamente es un medio de intercambio eficaz, pues no se suele intercambiar trabajo directamente, pero es sólo eso: un medio de intercambio. Si en la circulación de dinero se exagera y se multiplicase, llega un momento en que se pierde la referencia hasta que se manifiesta el engaño y se hace evidente su nada. Por ejemplo: pago una joya con un cheque de 1.000 euros, el joyero paga al electricista con ese mismo cheque, éste paga los gastos del coche, etcétera. El cheque de 1.000 euros ha funcionado como si fuese 3.000 o 10.000, pero cuando alguien quiere cobrar el cheque se acaba la circulación y si es un cheque sin fondos habrá un perdedor que, si reclama, produce un caos de devoluciones.

        La crisis actual empuja a volver al valor del dinero, que es el trabajo. No se trata de valorarlo por horas al modo marxista, pues el valor lo marca la creatividad y el ingenio, junto al esfuerzo. Pero, midiéndolo por horas, encontramos que el peor fruto de la crisis es el paro, que a su vez produce más paro en una espiral maligna. Una salida es distribuir dinero para que no mueran de hambre los parados, otra es la asistencia en alimentos, vestido y vivienda. Pero proponemos otra que va algo más a la raíz del problema: la distribución del trabajo de los que poseen empleo, por ejemplo, legislando la jornada de 6 horas diarias o 35 semanales, sin horas extras.

        La jornada de 6 horas requiere que los que tienen jornadas de 8 horas quieran ceder dos horas y ganar menos en beneficio de los parados. Esto no es posible sin los sindicatos, ¿serían capaces? También requiere transparencia en los beneficios de la empresa y en los sueldos de los directivos. Todo el conjunto tiene la ventaja de evitar los problemas humanos de carecer de empleo y del sentido de la vida, que no todos son capaces de superar, aún teniendo subsidios.

Un cambio de mentalidad

        Un efecto beneficioso es el trabajo femenino. Muchas mujeres son madres y necesitan tiempo para los hijos menores y no tan menores. Se soluciona muchas veces con las jornadas a tiempo parcial, ya legisladas. La jornada de 6 horas equivale a llamar jornada completa a lo que se llamaba jornada parcial. Una jornada de 8 o 10 horas, más la atención de una familia, puede ser muy agotadora con el perjuicio en la relación esponsal y la materno filial educativa.

        En cuanto a los varones también beneficiaría esta jornada si se completa con planes de enriquecimiento cultural de alguna especie. No en vano la riqueza de un pueblo es su nivel cultural, y eso requiere horas. Ni que decir tiene, que se puede dedicar los varones al hogar activamente y la mujer dedicarse al enriquecimiento espiritual. Esta cuestión es un problema de acuerdo familiar. Los beneficiados serían los hijos, indudablemente.

        Es cierto, que caben muchas corruptelas, y es necesario un cambio de mentalidad no pequeño; pero tampoco tan grande, si se tiene en cuenta que hace no mucho la mayoría del país se dedicaba a la agricultura que tiene otro modo de contar el tiempo laboral.

        Abogo por el cambio de medida de la jornada laboral a 6 horas diarias o 35 semanales con festivo el domingo para todos. Eso sí, con la variante global, pues sin ella la competitividad quedaría afectada gravemente. No en vano la actual crisis no tiene precedentes porque es una crisis global.