"Después de 18 años, reconozco que me quedé corto en mi optimismo"
Tetrapléjico desde 1991, Luis de Moya desarrolla una intensa actividad a través de sus publicaciones y de internet. En esta entrevista con Pedro Jesús Teruel, don Luis explica sus motivos a los lectores de UNIDAD.
Pedro Jesús Teruel
UNIDAD
sobre la marcha: confesiones de un tetrapléjico que ama apasionadamente la vida
Luis de Moya

        Luis de Moya Anegón es un hombre de voz hermosa y de palabras claras y acogedoras. Entre los estudiantes del colegio mayor Belagua de Pamplona le hacían popular su carácter acogedor, su humor inglés y su afición a las excursiones por el monte, en busca de setas, acompañado por jóvenes atraídos por la conversación de aquel capellán que todo lo hacía a su manera. Sacerdote incardinado en la prelatura del Opus Dei y Doctor en Derecho Canónico, Luis de Moya compaginaba la tarea sacerdotal con las clases en la Universidad de Navarra.

        "Yo no podía, no debía, buscar el mero sentirme cómodo o lo menos contrariado posible entre mis cuatro paredes, como si no pudiera hacer otra cosa, como si ya nadie esperara nada de mí..."
               (De Sobre la marcha)

        Había nacido en 1953 en Ciudad Real. Desde allí regresaba en automóvil a Pamplona el día de 1991 en que un accidente de tráfico puso en peligro su vida. Con su traslado a la Clínica Universitaria se inició un largo y complicado proceso de recuperación. El accidente había dañado irreversiblemente su columna vertebral, y Luis de Moya quedó tetrapléjico. El diagnóstico superaba en gravedad el nivel de interrupción medular por el que Ramón Sampedro solicitó la muerte. Ambos -Luis de Moya y Ramón Sampedro- mantuvieron una relación prolongada y cordial; estuvieron a punto de encontrarse en casa de éste, cuando Luis fue a visitarle. Una fugaz y engañosa reproducción de ese encuentro fallido asomó a la gran pantalla en el transcurso del film Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004).

¿Cuáles son sus recuerdos del período en que recuperó la consciencia?

        La recuperé bastante pronto. Tengo un paréntesis entre la carretera, antes del accidente, y la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica de la Universidad de Navarra, ya intervenido de mi fractura en el cuello. A otros sólo puedo aconsejarles que se dejen conducir por los especialistas, que recen por el afectado, puesto que posiblemente, como sucedía conmigo, no esté garantizada la supervivencia.

Ha manifestado en numerosos foros –entre ellos, un libro editado en varios idiomas, Sobre la marcha– que una vez lograda cierta estabilidad fue consciente de la tarea que tenía por delante.

        Me sentía, entonces como ahora, sacerdote. Antes de mi accidente estaba ocupado en diversas labores apostólicas, sobre todo con universitarios. Aquello llenaba por completo mi vida. Cuando me hice cargo de que había tenido un accidente, me di cuenta de que mantenía la cabeza en su sitio. Me veía capaz de continuar con mi tarea. La pérdida que supone una tetraplejia es considerable y, si sucede de la noche a la mañana, puede ser difícil de asimilar. Pero lamentarme o deprimirme no iba a mejorar la situación. Tenía sana la mente, y esto era casi lo único que necesitaba para seguir con la tarea.

        Han pasado dieciocho años, y no puedo sino reconocer que me quedaba entonces corto, muy corto en mi optimismo. Se ha cumplido, una vez más, que "Dios escribe recto con renglones torcidos". Sobre la marcha no fue el principio. Antes de su publicación había tenido ya ocasión de aparecer unas cuantas veces en los medios. "Soy un millonario que ha perdido mil pesetas", fue el titular de una entrevista.

A nuestros lectores les interesará conocer cómo desarrolla su jornada, quién está a su lado, qué trabajos desempeña.

        La mayor parte de la jornada la paso delante de la pantalla del ordenador: atendiendo correo, leyendo, actualizando las páginas web; y parte también de mi distracción (películas) es delante de la pantalla. Hasta hace pocos años pasaba buena parte del día fuera de casa: dando clases, atendiendo un confesionario, predicando a grupos de jóvenes y al personal de la Clínica... Hoy he debido recortar de modo considerable mis salidas.
Posiblemente las cosas van a cambiar, para mejor, en breve. Es muchísimo, en todo caso, lo que se puede hacer con un ordenador, un poco de imaginación y deseos de llevar el Evangelio por el mundo.

El debate en torno a la eutanasia plantea importantes cuestiones de fondo. Se trata de un tema delicado, en el que entran en juego preguntas sobre el alcance de la libertad individual, el sentido de la labor médica y el significado de la existencia humana.

        Para quien se considera hijo de Dios, la eutanasia es un contrasentido. La vida es un don divino inmerecido y de valor inapreciable. Siento una profunda y sincera gratitud por el hecho de ser persona. ¿De mi Padre Dios acaso puede venirme algo malo, algo insufrible, algo para lo que me sienta realmente incapaz? ¿Acaso no me proporcionará mi Padre Dios los recursos necesarios para vivir cualquier situación que Él consienta en mi vida? ¿No sería una falta de confianza en Dios, que tanto me quiere, vivir con miedo la muerte? Somos creyentes, aseguramos. Pero posiblemente perdemos de vista, junto a nosotros, esa presencia fuerte y siempre amable de Dios, que nos quiere lo indecible.

        Pero la realidad de la eutanasia está cada día más clara y más al alcance del público. Sucede con la eutanasia como con el aborto: 'interrumpir el embarazo' o 'ayudar a morir' son eufemismos que intentan ocultar el asesinato en que consisten.

        Se ha publicado en castellano el libro Seducidos por la muerte, de Herbert Hendin, que es el informe que este médico, no creyente, presentó ante el Congreso estadounidense después de una detenida visita a Holanda para conocer de primera mano cómo eran las cosas de la eutanasia en el país líder de esta práctica. Más de la cuarta parte de los médicos de Holanda declaran haber practicado eutanasias involuntarias, el cincuenta por ciento admite haber practicado eutanasias sin la documentación exigida Como cautela. La Administración se echó atrás, ante la aportación de Herbert, cuando se disponía a dedicar fondos federales para implantar la eutanasia en Estados Unidos. 'Escarmentemos en cabeza ajena', pensaron.

        En la medida sus posibilidades, Luis de Moya recibe a quien va a visitarle al colegio mayor Aralar de Pamplona. Y no se olvida de sus amigos: todos los años reciben una hermosa y puntual felicitación navideña de aquel capellán espigado y valiente. "Para ir a donde no sabes" –había dicho san Juan de la Cruz– "has de ir por donde no sabes". Un día, Luis de Moya accedió a acometer una tarea –la más difícil de todas– guiado tan sólo por una luz oscura: la fe de la que brota la esperanza.

        Se pueden solicitar ejemplares del libro de Luis de Moya Sobre la marcha a EDIBESA (telf.: 913 451992; correo electrónico: edibesa@planalfa.es). Precio: 11,5 C. El enlace del portal Fluvium, creado y mantenido por Luis de Moya. es http://www.fluvium.org.