Comunismo y nazismo
Alain de Benoist
El libro rojo de los mártires chinos, por Gerolamo Fazzini
Impresionantes testimonios de la Iglesia todavía perseguida en China, entre ellos el de dos sacerdotes condenados a trabajos forzados
Alfonso Carlos Amaritriain
El libro rojo de los mártires chinos
Gerolamo Fazzini

 

 

 

 

El drama de los confesores de la fe, abundantes en nuestros días

        La persecución religiosa en China prácticamente no ha generado textos en castellanos. En todo caso, en Italia han empezado a publicarse obras testimoniales que, poco a poco, van traduciéndose al castellano. Ésta es una de ellas.

        El texto recoge unos cuantos testimonios autobiográficos impresionantes. Aunque no son estrictamente de mártires, sí son claramente “confesores de la fe”. Uno se ruboriza un poco al leer esos testimonios, no tanto por la persecución en sí, que es inevitable en la vida de la Iglesia, sino por el olvido a que hemos sometido a estos cristianos. Más cuando tenemos todavía recientes los entusiasmos propagandísticos Partido Comunista Chino con motivo de las Olimpiadas.

        Encontraremos relatos espeluznantes y a la vez edificadores como el del Padre Francisco Tan Tiende, que pasó 30 años de trabajos forzados en el gélido norte de China, sufriendo muchos inviernos temperaturas de hasta 40 grados bajo cero.

        O del Padre Juan Huang, 25 años encarcelado y condenado a trabajos forzados. En uno de los campos donde se le recluyó se llegaron a suicidar más de mil personas. Siendo sacerdote, durante 30 años no pudo celebrar la Santa Misa. En su diario escribía: “¡Ojalá hubiera podido decir Misa tan sólo una vez! En todas y cada una de las tres prisiones en las que fui encarcelado, rezaba en secreto las estaciones del Vía Crucis”. Un Vía Crucis difícil de imaginar para los que la práctica religiosa es tan fácil que la olvidamos frecuentemente.

        Otro testimonio es el del Cardenal in pectore Ignacio Gong Pinmei que, siendo obispo, en 1955 fue víctima de una redada en la que cayeron un centenar de católicos. Fueron conducidos al canódromo de Shangai y ante las peticiones de los carceleros para que renegaran de su fe, él contestaba a gritos: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Papa!”.

        Una tradición católica de varias generaciones en la ciudad de Shangai ha procurado que esta ciudad tenga decenas de confesores de la fe, víctimas de las persecuciones comunistas. No podemos dejar de resaltar tampoco el relato del vía crucis que sufrieron los monjes trapenses de Yangyiaping que pertenecían a una de las fundaciones monásticas más antiguas de China.

        Aún hoy decenas de obispos y sacerdotes siguen en prisión. Incluso hay obispos católicos chinos de los que no se sabe exactamente donde están o siquiera si viven. Leer este libro y rezar por los protagonistas es casi un deber de conciencia.