"Morir, dormir, tal vez soñar". Cruzo las salas de espera de la Clínica. El mundo no es virtual. Un ciego grita en la entrada: "Un pelotazo, el supercupón, para esta noche". La esperanza, el dinero, la salud, la vida. Los enfermos aguardan turno y una anciana besa una placa donde se dibuja el perfil del santo que hablaba con los lobos. A veces el dolor es un perro salvaje que muerde con "dentelladas secas y calientes".

¿Qué es el dolor, doctora?

        Una llamada de atención. Algo no funciona en el organismo. Se puede eliminar el dolor físico, pero hay que destapar el problema anímico y emocional.

Toda enfermedad lo es del alma, decía Novalis.

        Las enfermedades vienen todas del alma. Es el lenguaje no verbal de nuestra situación interna.

¿Y usted qué método sigue?

        A un enfermo no le puedes decir que tiene un problema psicosomático. Primero elimino el dolor, con fármacos, pero luego hay que analizar su vida, objetivar lo subjetivo. Les hago escribir lo que no les gusta de su vida, desde que nacieron.

¿Le ayudan otros especialistas?

        El tratamiento del dolor es multidisciplinar, pero soy de la opinión de que un paciente es un todo. Si va de un médico a otro, lo parcelan. El médico tiene que reciclarse en todas las otras especialidades para tratar al paciente.

Y una vez que ha hecho el análisis emocional, anímico...

        Salen las cosas. Y una vez que sabes cuáles son tus problemas tienes que tomar decisiones, y ahí viene la parte más difícil.

Por ejemplo.

        Hay gente que cree que la vida es estar en la cresta de la ola. Hacen lo imposible por mantenerse. Sufren cefaleas, fibromialgias. A veces tienes que conformarte con una vida interior y familiar rica, aunque lo exterior tenga una apariencia mediocre.

Usted ha escrito libros, sobre fibromialgia, cefaleas. Parecen manuales de autoayuda para salir del dolor...

        Las ganas de vivir son en sí mismas un gran fármaco, porque hace que el organismo segregue y fabrique lo que necesita para vencer algunas enfermedades.

Habrá gente que prefiera el sacrificio y el dolor a adoptar soluciones que no está dispuesto a asumir, sea lo que sea.

        Hay quien prefiere no curarse, es verdad. Al final es la libertad de cada uno. Yo, como decía Amado Nervo, pongo el pétalo. Pero hay quien prefiere la cefalea.