1.
La comitiva se prepara... Jesús, escarnecido, es blanco
de las burlas de cuantos le rodean. ¡Él!, que pasó
por el mundo haciendo el bien y sanando a todos de sus dolencias
(cfr. Act X, 38).
A Él, al Maestro bueno,
a Jesús, que vino al encuentro de los que estábamos
lejos, lo van a llevar al patíbulo.
2. Como para una fiesta, han preparado un cortejo,
una larga procesión. Los jueces quieren saborear su victoria
con un suplicio lento y despiadado.
Jesús no encontrará la muerte en un abrir y cerrar
de ojos... Le es dado un tiempo para que el dolor y el amor
se sigan identificando con la Voluntad amabilísima del
Padre. Ut facerem voluntatem tuam, Deus meus, volui, et legem
tuam in medio cordis mei (Ps XXXIX, 9): en cumplir tu Voluntad,
Dios mío, tengo mi complacencia, y dentro de mi corazón
está tu ley.
3. Cuanto más seas de Cristo, mayor gracia
tendrás para tu eficacia en la tierra y para la felicidad
eterna.
Pero has de decidirte a seguir el camino de la entrega: la Cruz
a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu
alma.
4. Oyes dentro de ti: "¡cómo
pesa ese yugo que tomaste libremente!"... Es la voz del
diablo; el fardo... de tu soberbia.
Pide al Señor humildad, y entenderás tú
también aquellas palabras de Jesús: iugum enim
meum suave est et onus meum leve (Mt XI, 30), que a mí
me gusta traducir libremente así: mi yugo es la libertad,
mi yugo es el amor, mi yugo es la unidad, mi yugo es la vida,
mi yugo es la eficacia.
5. Hay en el ambiente una especie de miedo a
la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a
llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en
la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios,
con visión sobrenatural. ¡Hasta quitan las cruces
que plantaron nuestros abuelos en los caminos...!
En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo
de castigo para convertirse en señal de victoria. La
Cruz es el emblema del Redentor: in quo est salus, vita et
resurrectio nostra: allí está nuestra salud,
nuestra vida y nuestra resurrección.
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