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«Han
taladrado mis manos y mis pies y puedo contar todos mis huesos»
(Sal 22, 17-18). «Puedo contar...»: ¡qué palabras
proféticas! Sabemos que este cuerpo es un rescate. Un gran rescate
es todo este cuerpo: las manos, los pies y cada hueso. Todo el Hombre
en máxima tensión: esqueleto, músculos, sistema
nervioso, cada órgano, cada célula, todo en máxima
tensión. «Yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré
a todos a mí» (Jn 12, 32). Palabras que expresan la plena
realidad de la crucifixión. Forma parte de ésta también
la terrible tensión que penetra las manos, los pies y todos los
huesos: terrible tensión del cuerpo entero que, clavado como
un objeto a los maderos de la cruz, va a ser aniquilado hasta el fin,
en las convulsiones de la muerte. Y en la misma realidad de la crucifixión
entra todo el mundo que Jesús quiere atraer a Sí (cf.
Jn 12, 32). El mundo está sometido a la gravitación del
cuerpo, que tiende por inercia hacia lo bajo.
Precisamente
en esta gravitación estriba la pasión del Crucificado.
«Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba» (Jn 8, 23). Sus
palabras desde la cruz son: «Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen» (Lc 23, 34).
V. Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
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