Una película de valores como pocas.
'El Estudiante'
Chano es un hombre de 70 años de edad que acaba de inscribirse en la universidad para estudiar Literatura. Así, se encuentra con el mundo de los jóvenes, de costumbres y tradiciones muy diferentes a las suyas. Pero, con el Quijote siempre como ejemplo, Chano atraviesa la brecha generacional y hace nuevos amigos, a quienes guía y ayuda a sobrepasar sus problemas.
Jerónimo José Martín
Sí, quiero

        Los Oscar de este año han confirmado que, de vez en cuando, conviene volver a los clásicos. Por ejemplo, al cantante mexicano Agustín Lara —El Flaco de Oro—, que tenía muy claro qué, en la vida, se ama “solamente una vez”. Así lo expresó: “Una vez, nada más / se entrega el alma / con la dulce y total / renunciación, / y cuando ese milagro realiza / el prodigio de amarse, / hay campanas de fiesta que cantan / en el corazón…”. ¿Le gusta a usted esta canción? ¿Cada vez que la escucha siente un pellizco en el estómago? Pues vaya corriendo a ver El estudiante. Le encantará. Por el contrario, considera ese bolero pasado de moda, sensiblero, cursi… Entonces, ni se acerque a los cines en que se proyecte esa película. Corre el peligro de recuperar los buenos sentimientos.

        En efecto, al protagonista de El estudiante le gusta mucho Agustín Lara y también otro clásico, esta vez literario: El Quijote, de Miguel de Cervantes. Chano (Jorge Lavat) es un buen hombre de 70 años, culto y caballeroso, que vive en Guanajuato con su esposa Alicia (Norma Lazareno), a la que adora y llama cariñosamente Sirenita. Atraído por el anuncio de una representación teatral del Quijote, Chano se inscribe en la bella universidad de la ciudad para estudiar Literatura. Tras el inicial golpe generacional, el simpático anciano se irá haciendo amigo de un grupo de chicos y chicas, a los que aconsejará sobre la obra cervantina y a los que ayudará en sus incipientes romances y en otros conflictos vitales, como un embarazo no deseado, la muerte de un ser querido o una agresiva adicción a las drogas.

        Descaradamente quijotesco, romántico y positivo, este precioso cuento moral exalta sin complejos un noble estilo de vida, de clara inspiración cristiana, delimitado por valores como el trabajo bien hecho, el respeto exquisito a la dignidad de la mujer y del varón, el sentido purificador del sufrimiento y la caridad como guía fundamental de las propias acciones. Todo ello, expuesto por el debutante Roberto Girault a través de un guión elegante y sustancial, y de una luminosa puesta es escena, de esmerada planificación, que saca brillos a los bellos rincones de Guanajuato y extrae a sus actores unas interpretaciones frescas, veraces y emotivas. Redondea el conjunto la sugestiva banda sonora de Juan Langarica.

        A ciertos paladares, esta propuesta les resultará demasiado sentimental e idealista. Pero, en realidad, la película nunca oculta su condición de fábula “inspiracional” —como subraya su publicidad—, ni disimula su afán por hacer vibrar en cada escena las fibras más íntimas del alma. Además, refuerza esos efectos emocionales con una riquísima antropología, muy bien asentada en la realidad más profunda de la naturaleza humana. Por eso no sorprende que El estudiante gozara de una enorme éxito en México —donde permaneció en cartel durante 22 semanas— ni que haya ganado numerosos premios, incluidas seis Diosas de Plata —de los Periodistas Cinematográficos y de Espectáculos de México (PECIME)—, entre ellas, a la mejor película y al mejor director.

        Esta película es una maravillosa historia del encuentro de dos generaciones separadas unos 50 años de diferencia. Cuenta los avatares y las peripecias de Chano, un cariñoso y entrañable abuelo que decide ir a la universidad cuando nadie en su familia espera esa decisión pero que a él le llena de orgullo y felicidad. Este encuentro de dos generaciones distantes en el tiempo y a veces con tantas diferencias culturales y de formas de vivir y entender la vida genera momentos graciosos para el espectador pero sobre todo permite al director lanzar directo al corazón el mensaje de la película que es todo lo que se puede aprender de la gente mayor y que muchas veces quien crees que ya no tiene mucho que aportar es precisamente quien ayuda a dar sentido a la vida de los demás.

        Viéndola me ha recordado por momentos a otra gran película titulada “El club de los poetas muertos”. En aquella ocasión un profesor de literatura enseñaba a unos futuros universitarios cómo ser felices en la vida y tener un sueño por el que luchar, en definitiva disfrutar de cada momento para, como dice Thoreau en su obra Walden, no descubrir en el momento final de tu vida que no has vivido.

        Esta película en cambio tiene unos vuelos más elevados y sublimes. No sólo enseña cómo disfrutar la vida, sino también cómo disfrutar de la familia, de la amistad, del amor en pareja, cómo entregarte a los demás y cómo superar los momentos difíciles. Todo ello visto desde la más absoluta cotidianeidad del día a día y enlazado también con tantas citas y guiños al Quijote, libro lleno de refranes y de sentencias muy aconsejables en la vida diaria.

        La película presenta unos valores extraordinarios como son el aprecio a la vida resumido en la frase que pronuncia Chano “Crear vida es la entrega más grande del ser humano por la que merece la pena vivir y sufrir”, también trata fuertemente el amor en la pareja “Hay que cuidar y respetar a la persona amada, preservarla como a una flor y no ir directamente a marchitarla”. Maravillosa la frase que le dice a un joven “Créeme, salimos ganando cuando a las mujeres las cuidamos así”, asimismo trata acerca de la amistad, del deseo de superación en los momentos difíciles, de la entrega de uno mismo a los demás y de la unidad de la familia.

        En resumen, una película 10. Una historia acerca de una vida sencilla llena de amor y entrega a los demás. Un consejo, llevad cleenex.