Benedicto XVI define la belleza como “el arte para encontrar a Dios”
En la Capilla Sixtina el Papa habla de la necesidad que tienen los artistas de Dios y la Iglesia del arte para evangelizar.
Carlota Falcó Vich
Manual Básico para Católicos sin Complejos
José González Horrillo

Algunos de los invitados al acto. En esta foto, el tenor Plácido Domingo

El arquitecto Santiago Calatrava

Eduardo Verástegui, actor mexicano y firme defensor
de la vida

Zaha Hadid, arquitecta iraquí

El director de cine israelí, Anish Kapoor

        Benedicto XVI asegura que “lo que realmente necesitan los hombres y mujeres contemporáneos es belleza, camino para encontrar a Dios”. El pontífice dirigió unas palabras a 260 representantes del mundo artístico en el acto celebrado en la Capilla Sixtina

        La iniciativa organizada por el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, tenía como objetivo recordar los diez años de la carta que Juan Pablo II dirigió a los artistas y superar el ‘divorcio’ entre la Iglesia y el mundo artístico.

        Entre los presentes se encontraban el tenor Plácido Domingo, el arquitecto Santiago Calatrava, el cantante Andrea Bocelli y el actor mexicano Eduardo Verástegui. La arquitecta de origen iraquí Zaha Hadid, el compositor Arvo Part y el director de cine israelí Anish Kapoor también formaban parte del largo número de invitados llegados de diversos países y pertenecientes a diferentes confesiones religiosas.

El arte, bello

        La belleza, según el Papa, “puede provocar en el ser humano una saludable ‘sacudida’ que le haga salir de sí mismo, le arranque de la resignación, de la comodidad de lo cotidiano, le haga también sufrir, como un dardo que lo hiere pero que le ‘despierta’, abriéndole nuevamente los ojos del corazón y de la mente, poniéndole alas, empujándole hacia lo alto”.

        El obispo de Roma citó al escritor ruso Fyodor Dostoyevsky (1821-1881) para afirmar que “la humanidad puede vivir sin la ciencia, puede vivir sin pan, pero sin la belleza no podría seguir viviendo, porque no habría nada que hacer en el mundo. Todo el secreto está aquí, toda la historia está aquí”.

        En esta línea, el Santo Padre señaló que la belleza “puede convertirse en un camino hacia lo trascendente, hacia el misterio último, hacia Dios”. Y presentó el ‘camino de la belleza’ como “un recorrido artístico, estético, y un itinerario de fe, de búsqueda teológica”.

El arte trasgresor

        El Papa tuvo también duras palabras contra un arte del que dijo: “asume el rostro de la obscenidad, de la trasgresión o de la provocación”. Y siguió constatando que “con demasiada frecuencia, sin embargo, la belleza de la que se hace propaganda es ilusoria y falaz, superficial y cegadora hasta el aturdimiento y, en lugar de sacar a los hombres de sí y abrirles horizontes de verdadera libertad, empujándoles hacia lo alto, los encarcela en sí mismos y los hace ser todavía más esclavos, quitándoles la esperanza y la alegría”.

        El discurso de Benedicto XVI se convirtió en una firme constatación de la necesidad que tienen los artistas de Dios y de la necesidad que la Iglesia tiene del arte para evangelizar.

        Antes de acabar, el Papa hizo un llamamiento a los artistas: “¡no tengáis miedo de relacionaros con la fuente primera y última de la belleza, de dialogar con los creyentes, con quien, como vosotros, se sienten peregrinos en el mundo y en la historia hacia la belleza infinita!”.

        El pontífice se despidió dejando entrever la posibilidad de más encuentros con los artistas con su “arrivederci” (hasta volver a vernos). En nombre del Santo Padre, monseñor Ravasi, entregó a cada uno de los participantes una medalla pontificia acuñada especialmente para el acontecimiento.