Una novela experimental sobre la culpa y el castigo.
La casa de los siete tejados
Nathaniel Hawthorne
La casa de los siete tejados, de Nathaniel Hawthorne
Nathaniel Hawthorne es uno de los fundadores de la novela americana y, a decir de T. S. Eliot, La casa de los siete tejados, es la mejor novela escrita en inglés. El mismo Hawthorne, que en el prólogo señala que propiamente ésta no es una novela sino un “Romance”, señala así el carácter experimental de su escritura.
Juan Hernández
El librero de Varsovia
Michael O’brien

 

 

El mal la desgracia y la alegría en plena ebullición

        En esta obra Hawthorne indaga sobre cómo una acción culpable puede tener consecuencias no sólo en quién la realiza sino también en sus descendientes. El título designa la casa de los Pyncheon, que fue edificada sobre un terreno adquirido de manera poco justa por un antepasado. La codicia movió los resortes de la calumnia y en un proceso por brujería se consiguió la condena a muerte del anterior propietario. Este, justo antes de morir, maldijo al Coronel Pyncheon: “Dios le dará sangre para beber”. Ahora la habitan una anciana y su hermano. En la oscura y destartalada casa se respira un ambiente opresivo y asfixiante en el que la decadencia va de la mano con el peso de la historia y una conciencia que no acaba de estar tranquila. A esa casa llega un día Phoebe, una sobrina del campo, quien irradia una alegría sencilla a su alrededor.

        Al vincular el infortunio de la familia al pecado del fundador de la saga, el coronel Pyncheon, Hawthorne propone un universo del que casi es imposible salir y que condena a una solidaridad en la culpa y el castigo. Esa es la desesperanza que se respira en la casa y de la que ésta se ha convertido en símbolo. Sólo Phoebe parece librarse de esa maldición y por eso conserva las ganas de vivir.

        Hawthorne señala en el prólogo: “el autor sentiría una gratificación singular si este romance convenciera a la humanidad del despropósito que supone verter sobre las cabezas de desafortunados herederos una montaña de oro o propiedades mal habidos, que, desde ese instante, no harían otra cosa que aplastar y demoler a los receptores hasta que la masa acumulada se desintegrara y sólo quedaran los átomos originales”. Pero la obra va más lejos de esa intención moralizante y el mismo autor, en sus indagaciones sobre el corazón del hombre, ha de dar lugar a personajes como Phoebe que, misteriosamente, son capaces de exorcizar el mal y disipar sus tinieblas. En la resolución de conflicto Hawthorne ha de echar mano, como corresponde al género que ha elegido, a fuerzas inexplicables. Aún así el lector no deja de intuir que algo más grande ha sucedido en el corazón de los personajes y que el mal o la felicidad no pueden dejarse en manos de las circunstancias. Sería una noticia demasiado terrible para la libertad del hombre.

        Con esta novela, traducida por Verónica Canales, el lector podrá disfrutar de una buena historia narrada por un gran autor.