Hablemos de Dios
Miguel Aranguren
ALBA
La sangre del pelícano

 

 

 

Algo que vive en la vida de muchos y le da sentido

        Cada vez que leo la contra de ALBA parece que me enfrento a un examen. Amable, sí, pero examen. Y es que Gonzalo Altozano es capaz de demostrarnos que el mundo está lleno de candiles, de luces que alumbran en todos los ámbitos, en todas las profesiones, en todas las situaciones, para ganarle el pulso a ese pesimismo que nos invita a pronunciar un aburridísimo "qué mal están las cosas". Las cosas no están tan mal. Y si quieren comprobarlo, dediquen unos minutos a leer cualquiera de las entrevistas de la sección "Hablemos de Dios". Porque el título podría parecer una petulancia (quién es nadie para ponerse a hablar de Dios en público) y, sin embargo, el testimonio de tantos hombres y mujeres que llevan a Dios en el corazón y en la vida no puede estar más lejos de las lecciones que con frecuencia procuran darnos esos hombres y mujeres públicos que se enfrentan a entrevistas y formularios con la vanidad de una cupletista. Ya digo que con la sección de Altozano no sucede, que este periodista de garra logra ahondar en lo más íntimo de sus entrevistados de una forma muy natural. Y emociona. Y me obliga a enfrentar mi pobre vida con la de tantos luchadores.

        Aún recuerdo lo que le dijo Nati Mistral, que cada vez que se cruza con un niño le acaricia la cabeza porque está segura de que los pequeños tienen contacto directo con Dios. Y recuerdo la conversión de ese preso que descubrió a Cristo tras las rejas. Y a la enferma terminal de cáncer que, pese a su juventud, entendía su enfermedad como una predilección del Cielo. Y al productor de radio que cada día desgrana las cuentas de su rosario. Y al político que pide oraciones para sus compañeros de parlamento. Y al cantante de rock que hoy reza después de tantos años de extravío. Y a la viuda, ama de casa, que lleva su fe allí por donde se mueve. Y a la estudiante que no se olvida de rezar cada noche. Y al editor que no permite que sus medios se lucren de los anuncios por palabras de la prostitución. Y al luterano que se convirtió gracias al ejemplo de otros cristianos…

        "Hablemos de Dios" nos viene a recordar que han pasado veinte siglos. Es decir, que no estamos solos. Ni mucho menos. La fe no sólo ha arraigado en una sociedad y ha erigido un tipo de cultura. La fe es mucho más porque se levanta sobre la vida y la experiencia de esos rostros que se asoman cada viernes a la contraportada de ALBA, sobre mi rostro y el suyo, querido lector.