Los 78 minutos de David Beckham
Hijo de un montador de cocinas y de una peluquera,
David Beckham se ha convertido en un verdadero
“espectáculo” futbolístico del siglo XXI.
Jorge Ranninger
El árbol de las verdades
Blanca García-Valdecasas

 

 

Como lo más normal

        Durante los años 2003 y 2004 fue el deportista más clickado en Google. Al día de hoy es considerado el atleta mundial más requerido por las “revistas del corazón”, y noveno en la lista general. En estos días, con su posible préstamo al Milán italiano, no deja de aparecer en los periódicos deportivos. Recientemente la revista financiera Forbes publicó la lista de las 100 celebridades del mundo, en donde Beckham se encuentra en el número 5. Según una encuesta realizada por la Universidad de Leiscester, los jóvenes británicos señalan a David Beckham como la persona que más admiran en toda la Historia. No es poca cosa… Pero no son ciertamente éstas las virtudes que más me llaman la atención y en las que me quiero fijar.

        He seguido en estos últimos años la carrera deportiva de Beckham. Y ha habido actitudes que me han llamado fuertemente la atención. Son pequeños detalles, que saltan a la vista de repente, con un gesto o una reacción en medio de un partido. A veces son cosas insignificantes, pero dicen mucho. En la carrera de Beckham no me han dejado de sorprender, para bien. Y hay que saberlo reconocer. Ésta es una de ellas.

        El 11 de octubre de 2008, hace unos días, la selección nacional inglesa, dirigida por el conocido Fabio Cappelo, jugó contra la selección de Kazajistán, en un partido de clasificación para el mundial del 2010.

        De los 90 minutos que duró el partido, Beckham pasó 78 sentado en el banquillo a la derecha de Cappelo. No es que estuviera lesionado o sancionado. Alguno podría decir que no estaba en su mejor forma física, pero estoy seguro que no es ésta la razón.

        En el minuto 79 Cappelo decidió dar entrada a Beckham en el terreno de juego. En esos once minutos restantes corrió, dio pase de gol, sudó la camiseta, luchó, celebró con sus compañeros los goles, peleó cada pelota… Finalmente lo ingleses ganaron 5 – 1.

Lo más difícil

        Beckham que durante años fue capitán de la misma selección inglesa, figura indiscutible de algunos de los mejores equipos del mundo, solamente jugó 11 minutos. ¡Pero qué once minutos!

         Y no me refiero a la calidad técnica, que no le falta, sino más bien a la demostración de saber estar. Aceptar y cumplir. Suena fácil pero no lo es. Cuando estás en ciertos niveles estos “detalles” duelen. Me viene a la mente ahora el partido de liga española que disputaron hace dos temporadas el Barcelona y el Racing de Santander. A pocos minutos del final del partido, Frank Rijkaard, entrenador del Barcelona, dispuso un cambio de jugador. El jugador que debía entrar al terreno de juego, se negó a hacerlo, y no entró.

        Un jugador debe saber aceptar la realidad. Cumplir con la misión que le toca en este tipo de momentos. Es en estas situaciones donde realmente sale a relucir la calidad humana del jugador. Callar, aceptar, cumplir. Entrenar y hacer equipo. De esto no se debería librar ningún jugador, galáctico o no galáctico.

        Es cierto, hace falta un poco de humildad, o un mucho, pero sin esto no se llega nunca a ser un verdadero crack del fútbol. Dominar el balón, tener una buena visión de juego, rematar de manera espectacular, no es suficiente. No es sinónimo de ser un crack. 78 minutos sí es tiempo suficiente para demostrarlo.

        ¡Primero hombre, después crack!