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En el desarrollo del progresismo actual se puede afirmar que más importantes que las ideas de Marx o Lenin son las Gramsci, el hombre que más ha influido en la increencia de nuestra sociedad. Siendo aún muy joven, a los 35 años, fue apresado y encarcelado por sus ideas revolucionarias y condenado a veinte años de cárcel. En la cárcel pidió que le dieran cuadernos y lápices y ahí fue donde escribió sus ideas estratégicas en forma de artículos cortos, reflexiones breves, comentarios sueltos, inconexos entre sí y que trataban de los temas más variados. A los cuatro años de estar encarcelado, cumpliendo escasamente la quinta parte de su condena, enfermó de tuberculosis y fue trasladado a una clínica, en donde murió en 1937, en calidad de detenido. En esos años, llenó cincuenta cuadernos con artículos y cartas que posteriormente, sus seguidores, compilaron en dos obras que se llaman respectivamente Los cuadernos de la cárcel y Las cartas desde la cárcel. Para lograr los objetivos comunistas en los ricos países occidentales, habría que acabar primero con las creencias, costumbres y tradiciones del pueblo. Por supuesto, para esto, sus dos obstáculos más importantes, los enemigos a vencer y destruir antes que nada, eran la Iglesia católica y la familia cristiana, pues de estas dos realidades se desprendía eso que le estorbaba a su plan. La estrategia que propone Gramsci es inversa a la de Lenin. Lenin se adueñó del poder, después de la superestructura (educación, economía, política, etcétera) y de ahí adoctrinó en el pensamiento materialista la mente de un pueblo débil. Gramsci propone, para los latinos, un camino mucho más largo, pero que considera necesario para que el comunismo llegue a tener éxito en esos lugares. Propone adueñarse primero de la mente del pueblo, utilizando la capilaridad y la superestructura y una vez realizado esto, tomar el gobierno, cuando ya el pueblo esté preparado. Su receta es: hay primero que adueñarse del mundo de las ideas para que las nuestras, lleguen a ser las ideas del mundo.
Táctica I: Sembrar la duda. Ridiculizar todas las creencias y tradiciones, siguiendo el estilo de Voltaire, con mensajes cortos y accesibles y por todos los medios, haciéndolas aparecer como algo tonto, ridículo, pasado de moda. De este modo, haremos dudar a los creyentes de sus convicciones más íntimas o, por lo menos, los haremos sentirse avergonzados de ellas. Táctica II: Sobre la duda, sembrar nuevas ideas. No hablar de materialismo, pues los creyentes conocen el término y se pondrán en guardia, además de que la materia tiene un gran valor para el cristiano (cuerpo, sacramentos, etc). Hay que hablar de inmanencia, lo opuesto a la trascendencia y hacerle saber al mundo que eso, el hombre inmanente, el que piensa y vive sólo para el aquí y para el ahora, es lo moderno, lo actual. Táctica III: Silenciar, a través de la calumnia, la crítica abierta, la burla, la ridiculización y el desprecio social a todo el que se atreva a defender las ideas de un más allá o de una vida trascendente. (En este primer mepaso están triunfando en toda la línea)
Táctica I: Infiltrarnos en la super estructura. Meternos en la Iglesia y en las instituciones educativas para reforzar desde ahí las ideas de lo que es moderno y actual y de lo que está pasado de moda y es ridículo (Dios y la Iglesia). Erradicar de los programas educativos todo lo que hable de tradiciones familiares y de una vida eterna. (La asignatura de religión. La EpC) Táctica II. Conseguir, por cualquier medio (incluidos el soborno y el chantaje) a personajes disidentes que sean famosos dentro de la super estructura, para que sean ellos mismos los que ridiculicen sus propias Instituciones y difundan así nuestras ideas. El mundo católico ya no sabrá qué creer, si logramos que algunos curas y obispos famosos difundan nuestras ideas desde dentro de la Iglesia y en las escuelas. Del mismo modo, no importa cuál sea, habrá que conseguir artistas, pensadores, periodistas y escritores que ridiculicen la fe, las tradiciones y a todo aquél que se atreva a defenderlas. (Se han apoderado de casi todos los medios de difusión de masas: TV, radio, prensa, )
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