Más que un Nobel
El premio Templeton, instituido por John Templeton, que es el premio a la NO ciencia para quien haya hecho una importante contribución para el mundo del espíritu humano.
Marco Antonio Batta
Juicio a Darwin
Phillip Johnson

 

 

Lo que la ciencia ignora

        En una ocasión, Alfonso Ortega, estudioso español de latín y griego, recibió esta crítica de uno de sus colegas: «¿Y tú por qué, siendo tan inteligente, crees en Dios?» A lo que respondió no sin cierta ironía: «Precisamente por eso».

         Después de contemplar los extremos a que puede conducir un divorcio entre fe y ciencia, muchos comienzan a mirar nuevamente hacia la religión, tratando de encontrar un marco que dé solidez a la investigación científica y ponga al mismo tiempo unos límites razonables al endiosamiento de la ciencia.

         Después de contemplar la destrucción que puede producir una bomba atómica; después de conocer los proyectos de científicos sin escrúpulos que quieren crear seres humanos “de repuesto”, es decir, destinados a proveer órganos para trasplantes; después de los “úteros rentados” para que las parejas estériles puedan “concebir” un hijo, muchos tienen la sensación de que la ciencia, creada por el hombre, se está volviendo contra el mismo hombre.

         John Templeton, un hombre de negocios nacido en Tennessee, Estados Unidos, pensó que no era justo permitir la idolatría de la ciencia. La ciencia, subida en un orgulloso caballo, recorre el mundo amenazando y ridiculizando a quienes no se le someten. Todo lo que no es científico –proclama– es falso, mitológico, primitivo y prehistórico.

        Sin embargo, esta “sabelotodo”, no nos puede explicar de dónde nace el amor de una madre por su hijo o a qué se debe ese íntimo reverbero que se suscita en nuestra alma ante la belleza de una flor, de un atardecer, de un cielo estrellado o de un río cristalino.

Un premio para la NO ciencia

        John Templeton, decíamos, quiso arrebatar el monopolio a la ciencia e instituyó un premio parecido al premio Nobel, pero con dos diferencias. La primera, el premio se entrega a aquellos hombres o mujeres que han hecho una contribución significativa a favor del espíritu humano. Busca, en palabras del mismo John Templeton, descubrir a esos “empresarios del espíritu” que con su trabajo han profundizado en esa otra dimensión de la vida humana –la espiritual– y que no está al alcance de la ciencia.

        La segunda diferencia está en el mismo premio. John Templeton dispuso que su monto –2 millones de dólares– fuera siempre mayor al del premio Nobel, precisamente para subrayar que el espíritu es superior a la materia (el premio Nobel versa generalmente sobre descubrimientos científicos).

        El Templeton Price lo han ganado, entre otros: la beata Teresa de Calcuta (1973); Chiara Lubich, fundadora del movimiento de los Focolares (1977) y el Card. Josef Suenens, arzobispo de Bruselas (1976). Lo han recibido también otros “empresarios del espíritu” como filósofos, cosmólogos, teólogos, sacerdotes, pastores evangélicos, etc. En su edición de 2008, fue concedido al sacerdote polaco Michal Heller por sus estudios sobre el origen del universo.

        El príncipe Felipe, duque de Edimuburgo, entrega todos los años el Templeton Price. La ceremonia, tenida en privado, se celebra en Londres, en el mismísimo Buckingham palace.