Los mártires: Premio a la Libertad
Bob Dylan recibirá el próximo día 26 de octubre el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Tomás Baviera Puig
Yo escogí la libertad
Victor Kravchenko

 

Como el martirio, por ser libre

        Este premio es el reconocimiento a una de las figuras de mayor influencia en la música del siglo XX. Bruce Springsteen dijo una vez que «en la música, Frank Sinatra puso la voz, Elvis Presley puso el cuerpo y Bob Dylan puso el cerebro». Y es que sus canciones, en especial las de los años 60, expresan el sentir del cambio de una generación. Así lo muestran, por ejemplo, The Times They Are A-Changing (Los tiempos están cambiando) o Like A Rolling Stone (Como una piedra rodante).

        La Fundación Príncipe de Asturias ha destacado la profundidad de sus mensajes expresada en unas formas austeras. La obra de Dylan «es fiel reflejo del espíritu de una época que busca respuestas en el viento para los deseos que habitan en el corazón de los seres humanos». En efecto, sus canciones fueron vehículo de valores renovados para la sociedad, como el rechazo de la violencia o del racismo.

        Este Premio reconoce una vida dedicada a la música. Es posible que no todo el mundo se alegre con esta distinción pública para Dylan. Sin embargo, cualquier persona que disfrute con la música puede descubrir y apreciar el valor de un cantante tan carismático, independientemente del propio gusto musical o de si comparte, o no, sus valores o incluso su fe cristiana.

        Dos días más tarde la Iglesia Católica beatificará en Roma a un numeroso grupo de mártires españoles. Esta vez será un reconocimiento, más que a su vida, a la muerte de estas personas. La beatificación viene a ser como un Premio a la Libertad, porque se trata de la libertad más preciada que se puede tener: la libertad de mantener las propias convicciones personales.

Porque la democracia está enferma

        Este reconocimiento de la libertad de los mártires puede ser compartido y apreciado por cualquier ciudadano, independientemente de su fe o de sus ideas políticas. Una sociedad democrática necesita del ejemplo de personas que estimen los deberes de la propia conciencia por encima de la opinión general o de la amenaza violenta, aun a costa de la propia vida. La espiral del silencio o del miedo a expresar las propias ideas es una enfermedad de la democracia que sólo puede ser sanada gracias al ejemplo de personas que hayan sabido no sucumbir a las coacciones externas. Por eso, al cabo de dos mil quinientos años, todavía seguimos admirando la palabras y la muerte de Sócrates.

        Dylan también tuvo que ir contracorriente. Cantaba en Blowing In The Wind (Soplando en el viento): «¿Cuántas veces puede un hombre volver su cabeza // y fingir que simplemente no ve?» Los Premios y los reconocimientos ayudan a ver, pues señalan actitudes y ejemplos de plena validez en la actualidad. Pero, como apunta el verso de Dylan, para ver hay que querer ver.