La autoridad de la verdad
El discurso que iba a leer el Papa en la Universidad La Sapienza, de Roma.
Benedicto XVI
250108

Por la oposición de una minoría

        "Al decaer, por iniciativa de un grupo decididamente minoritario de profesores y alumnos, las condiciones para una acogida digna y serena, se ha considerado oportuno renunciar a la anunciada visita, para evitar cualquier pretexto para manifestaciones desagradables para todos. Pero consciente del deseo sincero de la mayoría de profesores y estudiantes de una palabra culturalmente significativa, de la que sacar estímulos en el camino personal de búsqueda de la verdad, el Santo Padre ha dispuesto que le haga llegar el texto que personalmente había preparado para la ocasión". Así se lee en la carta que el cardenal Bertone, Secretario de Estado de Su Santidad, ha enviado al Rector Magnífico de la Universidad La Sapienza, de Roma. Ofrecemos lo esencial del discurso del Papa:

La eclosión liberal
Juan Carlos Girauta

 

 

 

Para custodiar la verdad

        "¿Qué puede o debe decir el Papa en una ocasión como ésta? En mi lección de Ratisbona, hablé como Papa, pero sobre todo hablé como profesor de aquella Universidad. En la Universidad La Sapienza, la antigua universidad de Roma, en cambio, he sido invitado como obispo de Roma, y, por tanto, debo hablar como tal. La Sapienza era, hace tiempo, la Universidad del Papa, pero ahora es una universidad laica con la autonomía propia de la naturaleza de la universidad, que debe estar ligada exclusivamente a la autoridad de la verdad.

        ¿Qué es la universidad? ¿Cuál es su cometido? Pienso que se puede decir que el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el ansia de conocimiento propia del hombre. El hombre quiere conocer la verdad.

        Los primeros cristianos ya acogieron su fe, no como vía de escape de deseos no cumplidos, sino comprendiéndola como la disolución de la niebla de la religión mitológica, para dar paso al descubrimiento de aquel Dios que es Razón creadora y, al mismo tiempo, Razón-Amor. La verdad no es nunca sólo teórica. San Agustín afirmó la existencia de una reciprocidad entre scientia y tristitia: el simple saber, dice, entristece. Pero verdad significa más que saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Habermas habla del proceso de argumentación sensible a la verdad. Está bien dicho, pero es muy difícil de aplicar en la praxis política, donde la sensibilidad por la verdad siempre es derrotada por la sensibilidad de los intereses. Se podría incluso decir que éste es el sentido permanente y verdadero de las Facultades universitarias: custodiar la sensibilidad por la verdad y no permitir que el hombre se aleje de la búsqueda de la verdad.

        Santo Tomás busca la relación entre la filosofía y la teología: filosofía y teología deben ser representadas "sin confusión y sin separación". Sin confusión significa que cada una debe conservar su propia identidad. Sin separación quiere decir que la filosofía no comienza desde el punto cero del sujeto pensante de modo aislado, sino que está en el gran diálogo con la sabiduría histórica. El mensaje de la fe cristiana no es sólo una comprehensive religious doctrine en el sentido de Rawls, sino una fuerza purificadora para la razón, que le ayuda a ser más ella misma. El mensaje cristiano debe ser siempre un aliento frente a la verdad y una fuerza contra la presi ón del poder y de los intereses.

El gran peligro para el hombre de hoy

        El peligro del mundo occidental es que hoy el hombre, sabiendo de la grandeza de su sabiduría y poder, se rinde ante la cuestión de la verdad. Y esto significa que, al final, la razón se rinde ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad. Desde el punto de vista de la estructura de la universidad, existe el peligro de que la filosofía, no sintiéndose capaz de cumplir con su verdadero deber, se degrade en positivismo; que la teología, con su mensaje dirigido a la razón, quede relegada a la esfera privada de un grupo más o menos grande. Si la razón permanece sorda al gran mensaje que procede de la fe cristiana y de su sabiduría, se seca como un árbol, a cuyas raíces no les llega el agua que da vida. Pierde el coraje por la verdad, y de esta manera no engrandece, sino que se hace más pequeña. Aplicado a nuestra cultura europea, esto significa que, si ésta sólo quiere autoconstruirse sobre el círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en cada momento le conviene y, preocupada por su laicidad, se separa de las raíces de las que vive, entonces no se convierte en más razonable ni más pura, sino que se descompone y destruye.

        ¿Qué puede hacer o decir el Papa en la universidad? Seguramente, no debe tratar de imponer a los otros, de modo autoritario, la fe, que sólo puede ser donada en libertad. Es su deber mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar a la razón a meterse siempre de nuevo a la búsqueda de la verdad, del bien y de Dios.