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Mi padre hacía baldosas antes de ser jefe de mantenimiento de un hotel y mi madre era asistenta; tengo cuatro hermanos más, pedero ninguno se ha dedicado al artisteo.
A los nueve años de botones en un hotel, ganaba 3.000 pesetillas; después me ascendieron a recepcionista y a barman. Luego fui camarero en un bar hawaiano y también trabajé en un estanco, en un taller mecánico, en una playa; y fui albañil y
(Se ríe) He tenido la oportunidad de aprender de todo; en mi casa casi no entra nadie a arreglar nada.
¡Por supuesto! Yo le entregaba a mi madre, con una ilusión enorme, hasta las propinas que me daban. Y me pasa ahora igual con mi mujer, se lo doy todo, yo no sé lo que gano ni lo que pierdo.
Así fue, mi pasión por el toro me llevó al flamenco y me hice bailarín. El sentimiento en el toro y la danza son casi la misma cosa.
Una, me quité la espinita frente a una vaquilla en un tentadero y salió bastante bien.
A los 18 años, en 2º de BUP.
Sííí (sonríe), le dije a Doña Pepa que se me habían ocurrido unos pases de baile en ese momento y que tenía que bailarlos, y me dejó.
Sí, claro; y me gusta hacer los deberes con ellos porque me enseñan muchas cosas. A veces se ríen de mí porque meto mucho la pata.
Me he llevado con todos muy bien, ellos saben que allá donde me encuentren yo seguiré siendo El Ibiza -como me llamaban-. En el baile hay muchos antonios y a todos nos ponían un apodo.
Sí, aunque a veces hay que tirar de la caja de membrillo para invertir lo que has ganado. Pero no me quejo, el flamenco me ha dado todo lo que necesito para sacar adelante a mis hijos y me sobra.
No, lo dejó para cuidar de los niños, nosotros no somos de dejárselos a los abuelos para que los críen. La familia está por encima de todo.
Sííí Y bailar con la mujer que amas es lo más. | |||||
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