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En Madrid, Valencia y Barcelona |
Imre Kertész, en Sin Destino describe de forma irónica, y por labios del protagonista el origen de la escenografía de los campos de exterminio nazis:
En España, durante la Guerra Civil, se instauró en la zona roja un sistema de represión y terror que, como el de los nazis, escapa a cualquier conceptualización. Lo que Hannah Arendt denominó la banalización del mal. En aquella maquinaria alcanzaron especial notoriedad las checas, pensadas primero como lugar para el exterminio y transformadas más tarde en centros de tortura. Señala César Alcalá que, durante la guerra civil estas sólo se crearon en aquellas ciudades donde el Gobierno de la República se fue asentando. Así, se crearon en Madrid, Comunidad Valenciana y Barcelona. Las checas tenían muchos propietarios, o, dicho mejor, las diferentes facciones de la España roja tenían cada cual las suyas. El gobierno las miraba con benevolencia y las protegía. De alguna manera puede también decirse que se le fueron de las manos y en muchos casos tenían mayor poder las fuerzas populares que las regentaban que no el mismo Ministerio. Sin embargo gran parte de la represión, especialmente refinada en sus torturas en Barcelona, fue llevada a cabo por el SIM (Servicio de Información Militar), creado por Indalecio Prieto en agosto de 1937, y que substituyó el terror bárbaro de los anarquistas por el cruel y científico importado de la Unión Soviética. | |||||
Para el olvido |
Leyendo las informaciones y testimonios que el autor reproduce en este libro hay momentos en que es difícil no emocionarse y surge la pregunta de cómo fue posible tanto mal. También se hace presente la inquietud por el silencio que se ha cernido sobre aquellos episodios precisamente en un momento en que se habla de la memoria histórica. Las checas representan una de las maneras más terribles de tratar al hombre y su dignidad: habitaciones minúsculas en las que era posible permanecer con los pies planos o sentarse, personas colgadas de ganchos o troceadas para alimentar cerdos, sillas eléctrica, duchas de agua fría, humillaciones de todo tipo amén de golpes y tortura psicológica. No es un libro de agradable lectura, sobre todo si se tiene un mínimo de sensibilidad, pero era necesario. Algunos trabajos anteriores, del mismo autor y de otros habían dado cuenta de las checas en diferentes ciudades. Aquí se nos presenta un panorama completo del horror que algunos quieren borrar de la memoria de la historia. | |||||
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