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Diría que antes de preguntarse si contribuyen a mejorar los niveles, hay que decir que actualmente los cristianos practicantes y convencidos en primer lugar son pocos. Hablamos de Hollywood porque los productos que nacen allí van a todo el mundo. Pero la presencia de cristianos en el cine europeo es todavía más escasa que en Hollywood. Luego, como siempre, entre los cristianos están aquellos más o menos capaces, más o menos preparados, etcétera. Pero la cuestión interesante es, por una parte: ¿cómo es que en los últimos decenios ha habido tan pocos? Y todavía más interesante, como ha hecho Barbara Nicolosi, es tratar de hacer que personas de fe se preparen seriamente, con niveles profesionales muy altos, para poder trabajar en este ambiente tan competitivo y exigente, para llevar una voz más al diálogo entre las diversas culturas y las diferentes visiones del mundo que hay en el cine y la televisión. No basta con tener buenas intenciones; hay que ser excelentes profesionales. También a mí, como a Barbara Nicolosi, me sucede con cierta frecuencia leer obras para el cine escritas con las mejores intenciones, pero con un nivel profesional todavía muy bajo. Los cristianos, como cualquier otro profesional, deben tener la humildad y la paciencia de aprender de los mejores.
Uno de los aspectos que me ha impresionado más, cuando leí el libro en la versión estadounidense, es el sentido de espontánea unidad entre los cristianos de diversas denominaciones y confesiones que trabajan en la industria cinematográfica. Frente a un mundo lejano a Dios, al que devolver una dimensión espiritual y una esperanza ultraterrena, las diferencias de confesión cristiana desaparecen naturalmente. El libro me pareció enseguida también un bellísimo ejemplo de ecumenismo «vivido». Pero debo decir también que en los ensayos de los autores protestantes- se advierte la falta de referencias doctrinales seguras sobre algunas cuestiones éticas importantes: no tienen un magisterio oficial, o al menos no lo tienen con la claridad con la que lo tenemos los católicos. Sentí una gran compasión por personas que tan seriamente y con tan gran motivación quieren hacer el bien. Y una vez más he vuelto a considerar el gran tesoro que tenemos los católicos en la guía del Magisterio.
En parte es una cuestión que depende de su cultura. Se trata de un país civilizado desde hace pocos siglos, y durante muchos decenios de su historia ha sido una especie de tierra de nadie en el que la ley del más fuerte era a menudo la que prevalecía. No debemos dejarnos encantar por la imagen idílica a menudo transmitida también por el cine. En los años 60, en algunos Estados de la Unión se toleraban todavía los linchamientos de negros, sólo por poner un pequeño ejemplo. La fe cristiana (pero también el cine, estoy convencido) ha sido y será un elemento de educación y de transformación hacia una sociedad menos violenta. Esta cultura ruda en parte se ha reflejado y se refleja todavía hoy en el cine estadounidense, que tolera más la violencia que el cine europeo. Pero no hay que olvidar que mientras bastante a menudo el cine europeo es de raíz nihilista y atea, en le cine americano quedan todavía al menos en algunas películas cada año en modo significativo rendijas de espiritualidad, y muy a menudo al menos desde el punto de vista humano las soluciones que se dan a los dilemas de los personajes están arraigadas en una antropología equilibrada y humanista, que conserva fuertes elementos de sus raíces judeocristianas. Pienso no sólo en las películas de inspiración incluso indirectamente religiosa, como «El señor de los anillos» o «Las crónicas de Narnia», sino también en películas como «El show de Truman», «Tienes un e-mail», «Hombre de familia», «Al otro lado del mundo», «Especialista en ligues», «El hombre que no se dejó tumbar», «La intérprete» y muchas más. Por poner otro ejemplo, que me es muy querido, todos los filmes de «Pixar» («Toy Story», «Nemo», «Los increíbles», «Cars», etcétera) son casos muy interesantes de cintas de enorme éxito y con contenidos humanos excelentes.
Por una parte porque es verdad que el cine y las series de televisión, que son los productos audiovisuales más difundidos en todo el mundo, tienen mucha importancia para presentar y difundir modelos de vida; por otra, sin embargo, no hay que olvidar que es responsabilidad de todos lograr que este ambiente profesional que tiene tan amplia resonancia en todo el mundo sea objeto de la oración y también del empeño laboral directo, de hombres y mujeres que se preocupen por la persona y su destino eterno. Así que no basta con culpar a Hollywood de nuestros males: cada uno ha de preguntarse si puede hacer algo para mejorar la situación. | ||||||||||||||
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