El adolescente y sus retos
"Un adolescente en
la retaguardia"
Por Pablo María Gil Imirizaldu,
(Ediciones Encuentro 2006).
Carmen Veiga
Profesora de Literatura
Un adolescente en la retaguardia
Pablo María Gil Imirizaldu

 

No es un cuento sino su vida

        Mareados desde hace años por una pleamar editorial que sube sin cesar, bien nutrida de morralla flotante, con peligro de perder incluso la última esperanza, un buen día tropezamos con un libro que te cuenta algo muy diferente: una historia hermosa, profunda, verdadera, inolvidable. Lo compré después de leer el artículo que le dedicaba Juan Manuel de Prada este verano. Su autor es un benedictino octogenario, a quien el estallido de la Guerra Civil pilla, con apenas quince años, en el monasterio de El Pueyo (Barbastro), donde a la sazón cursaba estudios. Prada confiesa que se trata de uno de los libros más hermosos que ha leído en mucho tiempo, de una belleza frugal y reparadora. Ahora, yo puedo decir lo mismo.

        El muchacho narra las vicisitudes que precedieron al martirio salvaje de los monjes, acusados absurdamente de custodiar un arsenal entre las paredes del monasterio. Pero no espere el lector –nos avisa Prada– una narración truculenta, porque encontrará una mirada pudorosa, llena de una serena piedad, la misma que el adolescente descubrió en los monjes de su comunidad, con quienes compartió cárcel en las vísperas de su martirio. Las páginas dedicadas a las postrimerías de aquellos hombres fortalecidos por la oración y los sacramentos, que caminan hacia la muerte como quien se dirige a una fiesta, son de una emoción tan vívida y apretada que el lector debe detenerse para tomar aliento. Después vendrá el trabajo de camarero entre los milicianos que se dirigían al frente. Más tarde, Caspe, bajo los bombardeos de la aviación franquista. Por último, el muchacho es acogido como un hijo en una familia de payeses de la comarca de Urgel.

"El semblante de la virtud"

        Decía Prada –y es verdad– que lo más hermoso y aleccionador de este libro no es tanto la narración de vicisitudes históricas como la crónica de la supervivencia de una vocación. Y terminaba su artículo con una inusual exhortación: No dejen de leer este libro excepcional; nunca me lo agradecerán suficientemente. En honor a la verdad, hay que reconocer que tiene una portada sin gracia, pero su contenido es un tesoro. Porque la historia de Miguel Gil Imirizaldu es digna del joven Ulises y supera a Lázaro de Tormes. Einstein comprobó que cuesta más destruir un prejuicio que desintegrar un átomo. Me viene a la cabeza esta comparación porque es frecuente enfrentarse a nuestra Guerra Civil con fuertes prejuicios contra los franquistas, los republicanos, la Iglesia... Creo que la simple lectura de este sencillo relato –elogiado en un popular programa de la Cadena SER– bastará para desactivar el más recalcitrante de esos esquemas previos.

        Me van a permitir la pedantería de afirmar, además, que nuestro joven protagonista es un modelo de inteligencia emocional, de equilibrio psicológico, de madurez y simpatía. Un modelo acabado, hasta el punto de hacer verdadera una de las mejores intuiciones de Platón: "Si el semblante de la virtud pudiera verse, enamoraría a todos". Debo añadir algo más: Para quien piense que Umberto Eco o Kent Follet, en sus dos novelas más famosas, han reflejado con veracidad la vida monástica, la lectura de este libro le deparará una buena sorpresa.

        Si yo fuera librera, imitaría la estrategia de El Corte Inglés y les diría a mis clientes: Si no te apasiona este libro, te devuelvo el dinero. Como valor añadido, creo que gustará especialmente a los lectores catalanes.