La clave del amor
Miguel Aranguren
Alba,
10 de febrero de 2006
Una razón decisiva

        La familia está en crisis porque el amor está en crisis. De esta forma, el porcentaje tan alto de matrimonios que se va a pique cumple un mismo patrón: los cónyuges no se han sabido querer. Construyeron su proyecto en el sentimiento, es decir, en el “te quiero porque me siento a gusto”, en vez de en el “te quiero porque me he propuesto hacerte feliz”.

        Duele pensar cómo miles de jóvenes se acercan al altar o al juzgado confundiendo su proyecto común con un mal bolero. Se creen que el amor es un fuego fatuo capaz de emborrachar de sensaciones placenteras el resto de la vida, y asienten a las preguntas del cura o del juez con el convencimiento de que van a sacarle tajada al matrimonio: cuidados, placeres, recompensas. Aunque se lo hayan dicho muchas veces, no hay ningún propósito de cumplir el “contigo pan y cebolla”, así que se desmoronan en cuanto aparecen los problemas, la rutina, en cuanto desmitifican las relaciones sexuales o se dejan aplastar por la carga de los hijos. Y es una lástima, pues es justo en esos momentos en los que las campanas de la prudencia tocan arrebato, cuando el amor y sus potencias pueden convertir los miedos en valor y hasta en temeridad con tal de arrancar una sonrisa y una respiración confiada a la persona con la que hemos firmado el cheque en blanco del “para siempre”.

         Nunca hubiera pensado que Benedicto XVI fuera a darme las claves del buen amor entre los esposos. Y sin embargo, al leer su primera Encíclica, he descubierto cuál es la terapia para ser feliz.