Roman Polanski
Oliver Twist
Director: Roman Polanski. Guión: Ronald Harwood. Intérpretes: Ben Kingsley, Barney Clark, Jamie Foreman, Leanne Rowe, Edward Hardwicke. 130 min. Jóvenes.
Alberto Fijo ACEPRENSA

        A sus 72 años, tres años después de triunfar con "El pianista", Roman Polanski acomete la adaptación de otra novela, en este caso la que Dickens publicó en 1838, después de desgranarla en entregas periódicas. Quien haya visto la versión de David Lean (1948) y el musical de Carol Reed (1968) estará en las mejores disposiciones para valorar esta película rodada en los estudios Barrandov de Praga, con 60 millones de euros de presupuesto.

        "Creí –ha declarado Polanski– que debía una película a mis hijos porque siempre estaban interesados en mi trabajo pero no tanto en el tema. De este modo, empecé a buscar una historia de niños y terminé quedándome con Dickens. Después de esto, ‘Oliver Twist’ fue la elección obvia. Dickens siempre me encantó cuando era un chaval y particularmente, ‘Great Expectations’".

        Dickens, además de otras muchas cosas, es un maestro de la emoción, y la emoción brilla por su ausencia en una película que Polanski quiere que agrade a todos los públicos y especialmente a los niños. Si buscamos motivos que expliquen la frialdad (e incluso la distancia o el despego) de una película muy cuidada desde el punto de vista técnico, podríamos apuntar a la muy poco inspirada partitura musical de la prestigiosa Rachel Portman. Hilando más fino, hay que advertir que, siendo muy hermosa la fotografía de Pawel Edelman, la película tiene muy poca profundidad psicológica porque abusa de los planos generales y no consigue la cercanía, el pellizco emocional que proporcionan los primeros planos dispuestos estratégicamente para que el espectador se asome al interior de los personajes clave.

        Cualquiera podría observar que, a fin de cuentas, es obligado examinar el guión que firma el sudafricano de 71 años Ronald Harwood ("Conociendo a Julia", "El pianista", "La versión Browning") y la realización de ese guión según las maneras cinematográficas de Polanski. Me parece que la poda –imprescindible– realizada por Harwood comete el error de apresurarse en exceso en los contrapuntos dramáticos, aunque intente remediarlo con la impactante secuencia final de la visita a la cárcel, en la que se percibe la inteligencia de Dickens para mostrar que el pequeño Oliver, a pesar de los pesares, no ha perdido la inocencia. Sobre el estilo de Polanski, pienso que es muy poco apropiado para esta historia. En concreto, su dirección de actores deja que desear. El niño protagonista me parece sencillamente magnífico y actúa bastante bien. Pero falta carisma y temperatura en las interpretaciones de Bill Sykes, de Nancy, de Mr. Brownlow. El Fagin de Kingsley no termina de convencerme, creo que al final gana Kingsley.

        Fuera de toda duda queda el empeño del realizador polaco por hacer que la película sea adecuada para todos los públicos, apuntando la sordidez ambiental pero sin rastro de énfasis.

        Sería pedante terminar preguntándose por qué Polanski ha elegido esta historia que cae muy lejos de sus intereses temáticos (dicho sea de paso, me parece que Polanski es muy irregular: tiene algunas películas interesantes y demasiadas mediocres). Parece claro que porque vive de esto y hace lo que considera más oportuno, después de estudiar el terreno con sus productores. No menos perceptible resulta el aroma de un trabajo hecho con oficio, porque había que hacerlo.

        Puestos a terminar, cabe otra interpretación: Polanski, ya anciano, elige historias (esta y la anterior) que de algún modo conectan con su infancia. Y pone distancia y mucho pudor porque es duro reabrir cajones cerrados hace mucho tiempo. Podría ser.