Habla Barbara Nicolosi, directora de la escuela cristiana de
guionistas de Hollywood «Act One».

Más que críticas, Hollywood necesita la contribución de los creyentes

Considera que la producción cinematográfica no se cambia con las críticas, sino con la contribución positiva de los creyentes. Nicolosi ha concedido esta entrevista a la agencia Veritas antes de participar en el Primer Simposio Internacional sobre Cine organizado por la Universidad Católica de Valencia «San Vicente Mártir», que tendrá lugar del 13 al 15 de mayo.

VALENCIA, martes, 4 mayo 2004 (ZENIT.org).

¿Qué es Act One? ¿Cuál es su misión?

        Act One ofrece formación, capacitación, entrenamiento y compañerismo cristiano a escritores y ejecutivos que están considerando formar parte de la industria del entretenimiento dominante.

        Fuimos fundados en 1999 y desde esa fecha hemos desarrollado muchos programas que presentan los valores clave de la maestría, el profesionalismo, la ética y la espiritualidad en el marco de Hollywood.

¿Es posible para un creador cristiano triunfar en Hollywood?

        Sí.

¿Cuál es la razón para incluir tanto sexo y violencia en el cine actual?

         Depende. Algunas veces constituye la trama de la historia. Uno se podría preguntar por qué hay tanto sexo y violencia en la Biblia. La cuestión no está en utilizar el sexo y la violencia en el relato sino más bien en introducir sexo y violencia sin sentido para escandalizar al público.

        El desafío para los dramaturgos cristianos consiste en saber incorporar sexo y violencia en sus obras sin violentar a la audiencia.

¿Qué diferencias percibe entre el cine estadounidense y el europeo en la actualidad?

         No soy una experta en cine europeo. De todos modos, de forma clara, la principal diferencia entre nuestro cine y el del resto del mundo es que el nuestro resulta más exitoso a la hora de entretener al público en general. En casi todos los países, las producciones estadounidenses se encuentran en cualquier momento entre las ocho de las diez películas más vistas.

        Las películas estadounidenses tienden a reflejar un sentido del destino individual que nosotros identificamos como «el sueño americano». Es por ello que nuestras películas tienden a contar historias sobre la esperanza y el valor del individuo para sobreponerse a obstáculos y alcanzar un heroísmo que en cierto sentido cura al mundo. Esto hace que nuestras narraciones sean sumamente convincentes.

        Las películas estadounidenses también prestan gran atención a las necesidades de la audiencia. Se pone menos énfasis en lo que quiere expresar el propio artista para concentrarse más en lo que llamamos «contrato con la audiencia». Esto significa que el objetivo de nuestra producción consiste en emprender con esa audiencia a una especie de viaje emocional en el que quede sumergida intelectual y emocionalmente. Los proyectos europeos me dan la impresión de que responden más a lo que el productor necesita que a las necesidades del público.

Usted va a participar en un simposio en el que se abordará el papel educador del cine. ¿Está segura de que el cine tiene una función educativa?

         Para que una película tenga éxito de público, debe ofrecer en cierto sentido nueva información a la audiencia. Aristóteles llamaba a esto el «logos», el elemento de la obra dramática. Sin embargo, es un error hacer del cine algo que no es.

        El cine no es el mejor medio para formular proposiciones teológicas o intelectuales. El mejor cine es el que propone o sugiere una meditación o reflexión, en contraposición al que transmite un mensaje.

¿Cree que responde a las expectativas de los más jóvenes o a específicas necesidades sobre cuestiones espirituales?

         Probablemente no. Correspondería los productores cinematográficos de la actual generación llevar sus cuestiones espirituales a la pantalla. El problema es que no hay muchos de los que se toman en serio la teología que deciden formar parte del mundo del cine.

        Los creyentes están atrapados en la moda de criticar en vez de crear. Me parece que la crítica de los medios es casi inútil. Hay que ganarse realmente el derecho a criticar mostrando antes tus propios esfuerzos artísticos.

¿Cree que el cine desempeña un papel activo en la evangelización? En este sentido, ¿prefiere películas con narran hechos históricos, vida de santos, etc.; o las que incluyen valores cristianos ?

        El objetivo no es sustituir a las parroquias. Siempre necesitaremos iglesias, de la misma forma que siempre tendremos necesidad del arte y del entretenimiento. El arte puede preparar a la gente para acercarse a la iglesia; el arte puede profundizar en lo que sucede en la iglesia pero una película nunca podrá sustituirla.

        Los creyentes tienen mucho más que ofrecer a las comunidades creativas que el arte sacro. Si nuestra fe es verdadera, tendrá que decir algo sobre cada una de las facetas de la vida humana.

        La preocupación de la Iglesia es siempre «la opción preferencial por el pobre». En el cine, ¿quién es el pobre? El mundo corporativo, publicitario y artístico está ya muy bien representado en la cultura global. El único grupo que no tiene voz es el público. La Iglesia podría y debería representar las necesidades del público audiovisual, planteando preguntas que sólo nosotros podemos contestar y ofreciendo una guía orientada por nuestra fe.

        Preguntas como: ¿cuál es el papel del entretenimiento en el desarrollo humano? ¿Qué se entiende por una diversión sana? ¿Cuál es el cometido de un artista en nuestra sociedad y cuál es el papel profético del arte? ¿Cómo debería el carácter sagrado de la persona humana afectar los contenidos de los guiones e incluso a la manera en que se llevan a cabo esas producciones? ¿Qué tiene que decir la teología del cuerpo sobre la representación del sexo y la violencia en la pantalla?

        Tenemos cosas que decir al mundo sobre todas estas cuestiones. No siempre es necesario hacer referencia a Dios para compartir nuestros puntos de vista en estos ámbitos. Sólo necesitamos traducir lo que tenemos que decir a quienes no comprenden nuestro lenguaje.