El aborto, irracional e inhumano



José Antonio Galindo,

Alfa y Omega, 411 www.alfayomega.es

Lo que es tan evidente

        Nadie puede dudar de que el óvulo fecundado (el embrión) es una vida. Es imposible negarlo, porque la ciencia constata el proceso vital continuo en el que, minuto a minuto, hora tras hora, ese óvulo fecundado va creciendo y originando dentro de sí miles y miles de células nuevas dotadas de vida, con las que se componen, en un proceso dinámico de por sí imparable, los órganos de un cuerpo viviente.

        Tampoco se puede dudar de que estamos ante una vida humana. En efecto, si el óvulo fecundado tiene vida y no es humana, ¿de qué otro tipo de vida se trata?; ¿de un vegetal o de un animal?; ¿un hombre y una mujer pueden engendrar un gato, perro, o quién sabe qué otro animal? No hay otra posibilidad, sino la de admitir que el óvulo fecundado humano es lo mismo que una vida humana en un estadio inicial de desarrollo; pero –¡atención!– humana, no de un vegetal o de un animal. El embrión es humano desde el principio, y llegará a ser, si no se lo impiden, un ser humano completo y terminado, esto es, nacido y adulto, una persona humana adulta.

        También es una vida humana distinta de la de sus padres, porque tiene un código genético propio y distinto del de sus padres. Además, tiene ya un ciclo vital propio y exclusivamente suyo, del que ha de gozar y al que ha de padecer con sus factores positivos y negativos en el transcurso de toda su vida. Es una vida distinta de la madre, aunque dependa de ella para vivir, de la misma manera que el ya nacido depende del medio ambiente (aire, luz, agua, alimentos, etc.) para vivir. Él no es una parte o miembro del cuerpo de la madre. Si el feto fuera parte del cuerpo de la madre, entonces habría que concluir, absurdamente, que a todas las mujeres no embarazadas les falta una parte o miembro de su cuerpo. A la luz de lo que acabamos de decir, el slogan abortista que se pone en boca de la mujer: Yo hago con mi cuerpo lo que quiero, es una falsa excusa. Aunque pueda hacer con su cuerpo lo que quiera, no lo puede hacer con esa vida humana que está dentro de su cuerpo y que vive de su cuerpo, pero que no es parte de su cuerpo.

El mito de la "Iglesia" cuando no hay razones

Un argumento racional

        Ante la argumentación que acabamos de esgrimir, las razones que puedan aducir los partidarios del aborto, o los partidarios de investigar con células madre embrionarias, son sencillamente inconsistentes. Por ejemplo, el científico Bernat Soria razona así: «Han sacralizado el embrión, y cuando se sacraliza algo ya no se puede tocar. Han dicho: el embrión tiene alma, es una persona, si lo tocas, lo matas. En ese contexto, ya no puedes usar el preservativo, porque va contra la vía natural; o no puedes tomar la píldora del día después; ni utilizar los embriones para investigación. Creo que la Iglesia tiene que revisar y cambiar esos conceptos (20 minutos, Valencia)». Estas razones, frente a lo que antes hemos probado, vienen a ser algo parecido a disparar grandes cañonazos que dan en un blanco a miles de kilómetros del objetivo.

        La lección que de esto hemos de obtener los creyentes es que, frente a la sociedad actual, no es inteligente argumentar desde la fe, ni siquiera desde la filosofía cristiana. No son eficaces las posiciones maximalistas; el sacralizar la vida, decir que el embrión tiene alma y que es una persona implica partir de una posición desventajosa, porque las personas increyentes no tienen en cuenta el dictamen de la fe sobre esta materia. El hombre de hoy únicamente hace caso a la ciencia porque sólo ella –dicen– constituye un conocimiento válido.

        Para probar que el aborto es una criminal agresión contra la vida humana, y que, por lo tanto, el Estado tiene obligación de impedirlo, no es conveniente introducir elementos de nuestras convicciones cristianas, aunque no estén en contra de la ciencia y sean verdaderos. Hacerlo sería una muestra de una escasa habilidad dialéctica. Es en el campo de la ciencia, admitida por creyentes y no creyentes, donde hemos de plantear la batalla contra el aborto y donde la tenemos claramente ganada. Desde la ciencia podemos probar que la manipulación de los embriones, que pretende el científico Bernat Soria y otros científicos, es un atentado contra la vida humana. Precisamente, la ciencia es la mejor base para exigir que el aborto tenga todas las calificaciones y consecuencias morales y civiles, como corresponde a un atentado contra la vida humana, lo mismo que un homicidio.