Juicios sobre abortos ilegales
Fernando Pascual, L.C.
Autoridad y libertad en la educación de los hijos
Victoria Cardona

        Los juicios ante casos de abortos ilegales encierran dos dimensiones que no siempre reciben una atención adecuada. Por un lado, se trata de analizar si ciertos abortos iban contra la ley. Por otro, se supone que la ley establece una justa distinción entre abortos legales y abortos no legales.

        La primera dimensión puede considerarse un pequeño paso hacia la defensa de la vida. Si un aborto ha sido realizado contra lo establecido por la ley significa que se cometió un abuso al acabar con la vida de un ser humano no nacido en contra de la tutela legal que tal hijo merecía. En otras palabras, un aborto “ilegal” sería un acto delictivo contra la vida de un embrión o un feto cuando tal vida gozaría de cierta protección por parte de la ley.

        Por eso, la condena de médicos y personal sanitario que participa en ese tipo de abortos ilegales significa reconocer la dignidad y el derecho a la vida de los hijos no nacidos.

        Sin embargo, hay una zona de sombra en este tipo de juicios, y es la segunda dimensión que merece ser tenida en cuenta: la suposición de que existen abortos legales.

        En realidad, la idea de aborto legal encierra una seria contradicción. Por un lado, supone que lo establecido por la ley es justo. Por otro, acepta que las leyes que permiten abortos bajo ciertas condiciones serían justas.

        En realidad, no puede ser nunca justa una ley que permite la eliminación de un ser humano inocente.

        Los tribunales que estudian las actuaciones de médicos que habrían cometido abortos ilegales incurren, por lo tanto, en una situación anómala: buscan defender la justicia desde el recurso a leyes injustas.

        Esta situación paradójica muestra por qué un juicio contra un médico que haya cometido abortos ilegales es un extraño caso de destrucción del derecho.

        Es cierto que condenar a médicos que cometen abortos ilegales se convertirá en un estímulo para evitar la difusión de delitos que dañan gravemente la vida de los hijos antes de nacer. Pero también es cierto que esas condenas, si se construyen desde leyes abortistas, tienen un apoyo inadecuado: el de normas que permiten el delito bajo ciertas condiciones.

        Parece un sueño pensar que un día habrá jueces capaces de reconocer la injusticia en la que viven aquellos Estados que han legalizado el aborto. Pero si el sueño se hace realidad, será posible un movimiento de regeneración humana en la que los encargados de defender el derecho a la vida trabajarán a favor de la vida de todos los hijos, y buscarán el cambio de las leyes vigentes para que garanticen, sin discriminaciones, la tutela de todos los seres humanos antes de su nacimiento.