El silencio ante la muerte de los hijos abortados
Fernando Pascual, L.C.
Autoridad y libertad en la educación de los hijos
Victoria Cardona

        Muere un cantante, o un escritor, o un deportista, o un científico. Homenajes, recuerdos, comentarios en miles de páginas de Internet y en medios de comunicación.

        Muere, por culpa de un aborto provocado, un hijo en el seno de su madre. Un aborto rutinario, “legal”, parte del trabajo de un centro sanitario. Silencio.

        Es fácil explicar este contraste. Quien ha podido vivir y llegar a ser famoso, ha dejado su huella en miles de corazones que lo conocieron. Quien ha estado pocas semanas en el seno materno no tiene nombre, ni fama: apenas unos pocos saben de su existencia.

        El silencio ante las muertes de los hijos abortados interpela la conciencia de aquellos que aman la justicia. No puede ser sano un mundo que mira sólo a los famosos y olvida a los más pequeños e indefensos entre los seres humanos.

        Por eso, vale la pena cualquier esfuerzo por abrir las conciencias ante la grave injusticia del aborto y por comprometerse en la defensa de los hijos antes de nacer.

        Ese esfuerzo se convertirá en cercanía ante una madre en dificultad, en apoyo durante un embarazo difícil, en cariño y cuidados para el hijo antes y después del parto.

        San Juan Pablo II, y tantos miles y miles de hombres y mujeres del planeta, trabajaron para romper el silencio ante la muerte de millones de hijos en el seno de sus madres. El esfuerzo de esos gigantes de la justicia y del amor será coronado cuando el mundo empiece a denunciar la terrible tragedia del aborto y cuando apoye y defienda con entusiasmo la vida de los hijos antes de nacer.