Bioética y filosofía
Fernando Pascual, L.C.
Autoridad y libertad en la educación de los hijos
Victoria Cardona

        No existe ninguna bioética sin bases filosóficas. O, en positivo, la bioética siempre se construye sobre la filosofía.

        Porque para hablar sobre lo correcto y lo incorrecto en el ámbito de la medicina, de la experimentación, de los comportamientos humanos que afectan la vida de otros hombres y de otros vivientes, hace falta recurrir a la filosofía.

        La filosofía ayuda a distinguir entre viviente y no viviente, entre hombre, animal y planta. Explica, además, la diferencia entre un acto libre y un acto determinístico, entre valores verdaderos y valores falsos, entre lo justo y lo injusto.

        Nos damos cuenta enseguida de que una filosofía correcta llevará a una bioética buena; en cambio, una filosofía equivocada terminará, seguramente, en una bioética mala y desviada.

        Por lo mismo, el estudioso de bioética necesita tener como base una buena filosofía. Desde la misma, avanzará hacia respuestas correctas para las preguntas fundamentales: ¿qué es el hombre y cuál es su dignidad? ¿Qué son la vida, la conciencia, la libertad? ¿Cuáles son nuestros derechos y deberes? ¿Qué es la justicia? ¿Qué puede ser permitido y qué debe ser prohibido en la vida social?

        A la vez, el estudioso de bioética buscará conocer y valorar adecuadamente las reflexiones que sobre estos temas han sido elaboradas por los pueblos, especialmente en el ámbito de las religiones, para comprender la existencia humana en su doble dimensión, temporal y eterna. Si existe una religión verdadera, que responda plenamente a las preguntas sobre Dios, sobre el hombre, sobre el mundo, la acogerá a la hora de establecer principios correctos y justos.

        Desde una buena base filosófica y con una correcta escucha de la religión, el estudioso de bioética podrá elaborar una antropología completa, en la que el hombre sea reconocido en sus dimensiones básicas (espiritual y corporal), y según sus características propias: libertad y responsabilidad, inteligencia y sensibilidad, individualidad y socialidad.

        La antropología, a su vez, permitirá un mejor estudio de los principios de la ética. Será posible, entonces, superar propuestas equivocadas para escoger aquellas directrices válidas, las únicas que orientan los actos hacia el verdadero bien del hombre.

        Con estos principios “en la mano”, la bioética indicará cuáles son nuestras responsabilidades hacia la vida de los demás hombres y mujeres que conviven con nosotros, y hacia tantas formas de vida que nos permiten seguir en el camino de la existencia terrena.

        La bioética necesita, pues, una buena base filosófica. Vale la pena hacer el esfuerzo por buscarla y por acogerla, para el bien personal, para el bien de los otros seres humanos, y para la defensa con métodos adecuados de la “salud” del ambiente en el que se desarrolla nuestro vivir temporal.