La gran contradicción
La ciencia se esfuerza por salvar el máximo de fetos con problemas y la ley del aborto los elimina. os médicos pueden detectar e intervenir anomalías en embarazos de entre 12 y 20 semanas, pero la legislación deja completamente en manos de la mujer el interrumpir una vida humana a las 14 semanas.
El no nacido como paciente
José María Pardo

        La ciencia avanza a pasos agigantados y la tecnología ya permite, en el campo de la medicina fetal, reducir en los embarazos el número de amniocentesis en un 5% y adelantar el diagnóstico de una buena parte de las alteraciones cromosómicas del futuro bebé.

        Así, desde que aparecieron hace unos 30 años las nuevas técnicas de imagen, las embarazadas cuentan con una gran ayuda para detectar algunas de las enfermedades que puede tener el feto y, a día de hoy, en muchas ocasiones, intervenir para corregir ese defecto y salvar su vida.

        Dado que el ser que empieza a crecer en el seno materno no puede manifestar su posible dolencia, es importante observarlo a través de la ecografía para encontrar alguna posible anomalía fetal, algo que sucede en el 3% de los embarazos, o alteraciones que puedan desembocar en anomalía (10%).

        Todos los esfuerzos de la ciencia en ese aspecto van dirigidos a salvar el máximo de vidas intrauterinas actuando lo antes posible para evitar consecuencias en la vida futura del bebé.

        “Hay tanta resolución en los ecógrafos actuales que somos capaces de detectar pequeñas sutilezas. Podemos observar en un feto de 20 semanas si el cerebro, que tendría que medir unos 2,5 centímetros, crece a un ritmo normal”, afirma Eduard Gratacós, jefe del servicio de medicina maternofetal del Hospital Clínico de Barcelona, en una información publicada en el diario La Vanguardia el pasado 26 de marzo.

Tres ecografías, tres diagnósticos

        Hay tres ecografías básicas que permiten trabajar con esos objetivos: a las 12 semanas, se confirma la presencia física del feto y se clasifica el riesgo. Se pueden detectar hasta el 50% de malformaciones y se observan marcadores de alteraciones cromosómicas en ese sentido que pueden llevar a detectar una posible enfermedad, como pueda ser el síndrome de Down o el retardo del crecimiento.

        Pueden encontrarse anomalías graves en la formación del cerebro, con menos de 2 centímetros, o detectar problemas del corazón, que ronda en ese tiempo los 5 mm.

        Alrededor de la semana 20, la prueba más complicada de obstetricia y ginecología, se pueden detectar hasta el 85% de malformaciones. Durante 25 ó 30 minutos, el especialista examina más de 300 puntos de normalidad. El cerebro ronda entonces los 5 centímetros y el corazón unos 2 centímetros.

        Una tercera ecografía a las 32 semanas permitirá detectar problemas de crecimiento en un 5% de los embarazos y diagnosticar otros problemas, así como aportar datos sobre el riesgo de prematuridad.

La gran paradoja

        Ante esta realidad, y la confirmación de los propios especialistas de que se pueden detectar anomalías y en muchos casos realizar tratamiento fetal, la facilidad con que se puede abortar en España muestra una gran paradoja y plantea preguntas.

        ¿Cómo se pueden invertir grandes cantidades de dinero en investigación y avances tecnológicos que buscan salvar el máximo de vidas humanas en la etapa fetal entre las 12 y las 20 semanas y, al mismo tiempo, aprobar una ley que permite abortar libremente hasta las 14 semanas? Alguno de los dos planteamiento no acaba de encajar.

        Cabe recordar que la nueva ley del aborto da vía libre a la opción de abortar en las primeras 14 semanas. Al mismo tiempo, facilita relativamente el hacerlo hasta las 22 semanas, cuando exista grave riesgo para la vida o la salud de las embarazadas o riesgo de graves anomalías en el feto. Incluso más allá de las 22 semanas se puede abortar cuando se detecten anomalías fetales incompatibles con la vida o cuando se detecte en el feto “una enfermedad extremadamente grave e incurable” y así lo “confirme un comité clínico”.