El perro de mi vecina
Contrapunto sobre el aborto.
Alejandro Valderas
Los recuerdos de Jasid
Tomás Trigo

 

 

De compañía

        Mi vecina del 4º tiene un perrito que es un encanto. Pequeñito, de largas melenas limpias y brillantes que denotan un cepillado meticuloso, con un lacito rosa recogiéndole el flequillo, su dueña lo lleva debajo del brazo suscitando la simpatía de todo el que lo ve. Además es agradecido pues si se le hace una caricia, te mira con ojos expresivos correspondiendo a la atención. Mi vecina lo cuida a cuerpo de rey, arroz con pollo a diario y los domingos unas puntas de solomillo, nada de alimentos en gránulos. El la compensa haciéndole compañía, llenando las largas horas de soledad de viuda entrada en años.

         Ayer tarde me crucé con mi vecina en el portal cuando regresaba de darle el paseo diario y me paré con ella preguntándole por su salud, pues siempre tiene alguna dolencia nueva que comentar. Al final acabamos hablando de su perrito –como es habitual– mientras yo le rascaba detrás de las orejas con visible placer por parte del chuchillo.

         El tema evolucionó al asunto del abandono de “mascotas” durante el verano, cuando llegan las vacaciones. Su cara se ensombreció cuando comentamos el mal fin que tienen la mayoría de estos animales de compañía.

         Yo que a veces tengo mala idea, le hice el siguiente comentario:

“¿Sabe Ud. que también recientemente han hecho una masacre de miles de seres?”

“¡Qué me dice Ud.!” —me contestó con cara de estupor– “¿Dónde y cuando puede ocurrir semejante atropello en pleno siglo XXI?”

“¡Pues aquí mismo en España y durante el año pasado!”, le contesté.

         Como su perplejidad iba en aumento, tuve que explicarle que me estaba refiriendo a los casi cien mil nonatos que el año pasado fueron abortados. En seguida se tranquilizó y esbozando una ligera sonrisa continuó su camino hacia el ascensor exclamando:

Lo que queda por hacer

“¡Ud. siempre con sus bromas vecino!”.

         Me fui para la calle, pero era yo ahora el que iba con cara de perplejidad. Al pisar la acera, traté de componer el rostro pero no pude evitar que un pensamiento me acompañara durante un buen trecho: ¡Como es posible que una persona tan buena como mi vecina pensase de esta manera! Algo está fallando en esta sociedad. Creo que la culpa es de los que pensamos que un aborto es una cosa muy seria. Tenemos que decirlo por todas partes muchas más veces. Al menos una más de las que lo dicen aquellos que piensan que es un avance del mundo actual.

         Voy a ver si mañana me hago el encontradizo con mi vecina cuando vuelva con su precioso perrito y vuelvo a la carga sobre el asunto. Es cuestión de paciencia y constancia.