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De vez en cuando aparecen noticias y denuncias sobre los miles de abortos femeninos que se producen, especialmente en algunos países importantes como China y la India.
Se trata de una enorme injusticia, que implica desprecio a la vida y desprecio a la mujer. Como también es injusticia el gran número de abortos, indiscriminados o discriminatorios, que se producen a nivel mundial. Algunos estudios hablan de una cifra exorbitante: entre 30 y 50 millones de abortos cada año.
Necesitamos recordar que no es más injusto un aborto cuando es eliminada una hija y menos injusto cuando se elimina a un hijo, o cuando se abortan embriones y fetos con defectos, como si el eliminar al débil, al enfermo o al no deseado fuese algo sin importancia.
Seremos capaces de promover una cultura del respeto y del amor cuando acojamos a cualquier hijo sin condiciones. Ninguna vida humana vale menos que las otras. Ni por ser mujer, ni por ser hombre, ni por llegar en un momento imprevisto, ni por las condiciones de pobreza en las que viva una mujer o una familia. Cada hijo, cada hija, sano o enfermo, blanco o negro, vale por sí mismo.
Cuando comprendamos esto, cientos de miles de niñas volverán a nacer, cada año, en La India, en China, en otros lugares del planeta. Y podremos celebrar, también cada año, la llegada a nuestro planeta de millones de hijos.
Así les daremos la ocasión de participar, como seres humanos que son, en la construcción de un mundo más justo y más respetuoso de todos, también de los más pequeños, de los enfermos, de los pobres, sin discriminaciones. | |||||
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