Martinico
Margarita Fraga Iribarne (+)
Mujeres silenciadas: cómo se explica el síndrome de la mujer que aborta
Theresa Burke y David C. Reardon

Refugiada

        Hay historias humanas tan tristes, que sólo pueden relatarse confiando en la infinita misericordia de Dios, que misteriosamente permite el mal para sacar del sufrimiento que conlleva, bienes mayores. Así es la historia de Martinico. Tan chiquito que no lo dejaron nacer entre nosotros, que no vio la luz del sol, pero que sí nació para el cielo y allí goza de la luz perpetua.

        El Templo Eucarístico Diocesano de San Martín está donde tiene que estar. El Señor Jesús plantó su tienda entre nosotros para vencer las tinieblas del pecado que oscurece la Tierra. “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1-4).

        El Señor Jesús ve, a través de la puerta de cristales del Templo de San Martín, las gentes, nuestros hermanos, que van y vienen, inmersos en la cultura de la muerte, heridos por el alcohol, la droga, la prostitución o el vecino negocio del aborto.

        Es el “Misterio de la iniquidad”, al que solo el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, puede ponerle límites, y que nos urge a todas las Adoradoras a la caridad, a la oración de expiación, de súplica, de amor total. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23-33).

        Un día del mes de mayo pasado, se refugió en la Iglesia Católica de San Martín, una joven, casi niña, pidiendo asilo. Para ella y para su hijo. Estaba embarazada, y sus padres la llevaban a abortar. Volcamos en ella todo nuestro amor, todas nuestras posibilidades de ayuda. “Para Navidad, cuando nazca el bebé, celebraremos el Bautizo. Podría llamarse Martín...

Obligada

        Pero a Martinico sus abuelos no le permitieron nacer. Convencieron a la mamá, con nombre de niña de cuento, que “por su bien” tenía que deshacerse del hijo de sus entrañas. Y Martinico, por el aborto, abrió sus ojos en el cielo. San Martín, abrigó al chiquitín con su media capa, y lo colocó en la corona de Santa María como el angelito más bello.

        Adoradoras, cuando cantemos al atardecer nuestras “Buenas noches María...”, fijaros en los angelitos que rodean a nuestra Madre. Todos sonríen: Son Martinico y sus compañeros, los Santos Inocentes.

        Recemos por sus madres, padres, abuelos, médicos, políticos etc. que han colaborado en su muerte. Lo necesitan. Que Santa María, Madre de la Vida, les alcance la gracia de la conversión, el perdón y la paz...”, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y el amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida.” (Oración por la vida . Juan Pablo II).

(+) Nota: Margarita es la presidenta de Asociación Evangelium Vitae en España, afiliada y representante nacional de VHI en ese país. Margarita y sus colaboradores oran ante un centro de abortos en Madrid que está frente a la Iglesia Católica de San Martín, lugar donde se encuentran las oficinas de su organización.