La clínica de la muerte
El Bosque es una clínica de referencia en el lucrativo negocio abortista. Acumula en su largo historial denuncias por todo tipo de irregularidades, sospechas varias e investigaciones judiciales, la última por la muerte de una embarazada de 21 semanas.
Domingo Pérez
ABC
Arquitectos de la cultura de la muerte
Donald De Marco, Benjamin D. Wike

 

 

Algunos casos reales

        Los médicos del Servicio de Salud del Principado habían diagnosticado malformaciones en el feto y derivaron el caso a este centro abortista privado, con el que mantienen un convenio. Según la Comunidad de Madrid, en la exploración previa a la intervención, la mujer sufrió una parada cardiorrespiratoria. Murió en el Clínico. Se ha abierto una investigación judicial.

        La muerte vuelve a situar a El Bosque, centro especializado en abortos tardíos (por encima de las 12 semanas de gestación), en el ojo de la polémica. El Defensor del Paciente ha solicitado el cierre cautelar de la clínica, con otra causa abierta por la muerte de una joven de 19 años, en 2005, tras una operación de estética. En diciembre de 2007, la Fiscalía remitió a los juzgados una denuncia tras la emisión de un reportaje en Intereconomía TV. que confirmaba lo que durante décadas han denunciado muchas mujeres que han pasado por allí.

        ABC, a través de la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA), ha localizado a dos jóvenes que sufrieron los horrores de El Bosque. Lucía abortó hace 15 años, cuando sólo tenía 17, embarazada de 26 semanas. «Tuve que llevar en efectivo 350.000 pesetas. No nos dieron recibo». Dinero negro, pues. «Me hicieron una ecografía que nadie me enseñó. Me dijeron que no había problemas. Que el aborto iba a ser como «sacarse una muela». «Sólo te va doler un poco la barriguita», me dijeron como si yo fuera estúpida. No nos explicaron nada más, sólo que era con anestesia general».

        «Pasamos a ver una psicóloga que me dio unos test ya completados que yo tenía simplemente que firmar, me dijo que con eso justificaban el aborto». Por tanto, no hubo asesoramiento. «Me puse un camisón y unos patucos verdes. Temblaba de miedo. No me hicieron ninguna prueba previa pese a que iba aser anestesiada». Indica mala praxis médica.

Sin delicadeza alguna

        «Me colocaron –continúa– en el potro y lo último que recuerdo es respirar por una mascarilla. Desperté en la habitación y tenía un gasa en la vagina, suero y una sonda para la orina. Yo pensé que había pasado todo, pero me toqué el vientre y me di cuenta que mi hijo seguía conmigo».

        «De repente, apareció en la habitación el mismo médico de la intervención. Traía una especie de jeringuilla gigante. Me quitó la gasa que tenía en la vagina y me introdujo la jeringuilla por la vagina. Me hizo mucho daño, sacaba y metía la jeringuilla con saña. Me incorporé un poco y veía salir sangre, yo lloraba y él me dijo muy serio 'o te estás quieta o vamos a estar aquí todo el día'».

        «A la hora, empecé a sentir un dolor en los riñones, eran las contracciones. Cada vez más intensas, era horrible, lloraba y decía que pararan todo, pero me respondían que ya no se podía. Unas horas después seguía con contracciones, estaba agotada y gritaba. Entró una «doctora» y me dijo que como no me callase me iba a bajar al quirófano y a dejarme allí sola». Presión psicológica.

«Vi la aspiradora, pero me dormí»

        «Me dijo que estaba asustando a las demás chicas que iban a abortar con mis gritos. Unas horas después mi hijo salió y esto sucedió en la misma habitación, no les dio tiempo a bajarme a quirófano. Vi cómo la abortista se llevaba un bulto pequeñito en un plástico blanco. No sé cómo murió mi hijo, si lo mataron en el quirófano, o si nació vivo. Por la mañana me hicieron una ecografía para ver si quedaba algún resto. No me dejaron ni ducharme al no estar incluido en el precio».

"Le dio igual"

        El caso de B. es más reciente, de 2007. Forzada por las presiones familiares y de su pareja acabó en El Bosque. «Unos días antes yo había tenido unos cólicos y había estado ingresada y mi hijo ya media 8 milímetros y le latía el corazón y sólo estaba de seis semanas. El médico me engañó. Tras la eco me hizo firmar el consentimiento y ahí me desmaye. Él me golpeó la cara ligeramente y me dijo: 'Vamos mujer, que luego te vas de vacaciones'. Y firmé, pero no era yo».

        «Una señora rubia alta con bata y embarazada era la psicóloga. Era mi última oportunidad de recibir ayuda. Rellenó los test y me dijo que no me preocupara, que lo hacía siempre. Mientras escribía tuvo el cinismo de preguntarme: «¿Tú sí que quieres tenerlo, verdad?" Le respondí que sí, pero le dio igual. Anotó su móvil en una receta de allí para que así me pasara consulta después del aborto, por supuesto cobrando la consulta privada».

Sin preparación

«Mi bebé valía 470 euros»

        «Luego tuve que pagar 470 euros. Eso es lo que valía matar a mi bebé. En efectivo y sin factura. Me hicieron desnudarme y ponerme una bata verde, un gorro y los patucos y una enfermera me puso un suero. Le dije que me quería ir y me contestó que ya estaba pagado y que no iba a ningún sitio».

        «Al rato me dijeron que pasara al quirófano. No me habían hecho ni un análisis, ni un electrocardiograma y, sin embargo, me pusieron anestesia general. Tengo un papel firmado por ellos diciendo que me habían hecho todas esas pruebas. En el quirófano me preguntaron mi grupo sanguíneo y yo les dije que era 0 negativo. Se fiaron de mí y dijeron que tenían que ponerme otra inyección y que antes tenían que pagarla mis familiares».

        «El anestesista me dijo que pensara en algo bonito y me pinchó para dormirme. Sólo recuerdo la cara de una enfermera joven que estaba casi peor que yo. Debía ser su primera vez. Luego vi la aspiradora, pero me dormí. Cuando desperté llorando me sentía vacía, sucia y mala persona».