Jesús Poveda, un forajido frente al aborto
Gonzalo Altozano


        Se llama Jesús Poveda y su pacto con los no nacidos comenzó hace veintitantos años, siendo estudiante de Medicina. Durante unas prácticas de ginecología, tras un legrado, y ante el cadáver de un feto resultado de un aborto involuntario, se le escapó: "¡Que alguien haga algo!". Pero allí no había nadie, así que le tocó fundar Jóvenes Pro Vida. "Quien no aporta soluciones forma parte del problema". Ésa es su divisa.

        Su militancia ciudadana le ha llevado alguna vez al calabozo. Todo por organizar sentadas frente a chiringuitos maltusistas y herodianos. Y por desafiar los argumentos antropológicos de la Policía: "No me toques los cojones". "Eso es lo que a ti te gustaría". Es decirlo, y dar con sus huesos en el furgón, donde nadie le busca las cosquillas, pues su pinta de forajido hace que se confunda fácilmente con la flora y fauna que habita las lecheras de la Policía. Sus frecuentes visitas a la Comisaría de Tetuán le han granjeado la amistad del comisario, tipo duro aficionado a las películas de cine negro de la serie B, cuentan.

Y no parece dispuesto al desánimo

        A pesar de que la causa que defiende parece más perdida que nunca, Poveda conserva intacto el sentido del humor. Una vez le pusieron una multa y le pareció tan poco que preguntó: "Y si pago el doble, ¿lo puedo volver a hacer?". La juez se partía de risa. En otra ocasión, y ante la monería progre de Gallardón de borrar el rastro religioso de la Navidad, montó un Belén viviente en la Puerta de Alcalá. Le acompañaron Rafa Lozano (su alter ego e interesante fronterizo también), Quique Losana (promotor de la idea) y dos docenas más. Esta vez la Policía no tuvo razones antropológicas para detenerlos. A ver quién le decía al comisario que traían esposados a San José, la Virgen, el Niño y los Pastores. Y por si no convencen estas notas, me cuentan que Poveda imparte cursos antiestrés para funcionarios. ¿Basta para definir su fenomenal humor?

        En su agenda –si tiene, que lo dudo– está hacerse con un escaño en el Parlamento Europeo para ser la voz de los sin voz y meter algo de ruido a ese cementerio de elefantes con sede alterna en Bruselas y Estrasburgo. ¿Cómo? Encabezando dentro de tres años la candidatura Europa por la Vida.

        Mientras –y durante, y después– seguirá rescatando bebés del cubo de basura. Y convenciendo a comodones de sofá como yo de que es justo, necesario y saludable rendir luto y homenaje a las víctimas del aborto.